LA CARRERA MÁS NECESARIA
Estuve leyendo el
excelente libro de Oscar Cañizares “Scribo vobis” (les escribo a ustedes, en
latín), el cual contiene una serie de cartas enviadas por él a jóvenes que
participaron en el Campamento Rodante o fueron guías de su empresa de
ecoturismo “Camping Tours”, la cual ofrece, a través de sus excursiones, una
experiencia purificante que transforma los espíritus más duros e indolentes en
agradecidos hijos de la Madre Tierra, aunque sea por un instante.
El autor durante una de las actividades del
“campamento rodante” en la Loma Guaconejo, Nagua.
En fin, lo
interesante del libro, escrito por un cubano expatriado y jesuita retirado,
residente en nuestro país, es que se nutre de su experiencia personal para
tratar de transmitir algún aprendizaje a aquellos muchachos atribulados que
constituyen los destinatarios de estas cartas. En una que me llamó
especialmente la atención, la penúltima del libro, recuerda cuando era
estudiante en Toronto y asistió a la conferencia de un prominente científico.
Al terminar la ponencia se le acercó y le preguntó qué le recomendaba estudiar
a un latinoamericano. Cañizares, quien esperaba escuchar algo como “política” o
“economía” o “sociología”, se sintió molesto al escuchar su recomendación: “Estudie
ecología”. Nos cuenta que por más de 15 años ese consejo permaneció en el
olvido.
Años después,
“Cañizo” empezó a utilizar la ecología como ciencia directriz para encaminar las
ideas políticas que transmitió a decenas de generaciones insospechadas. En la
carta en cuestión expuso algunas, las cuales comparto y sobre las que quisiera
abundar:
Lo primero es que
el hombre, como ser racional, es capaz de entender su existencia como la
culminación de procesos biogenéticos profundos y ancestrales que nos han
colocado en la cima de una cadena, de la cual, no obstante, no podemos
desprendernos. Depredar la vida es depredar al hombre, producto de la vida, no
causa o centro de la misma.
No es necesario
siquiera llamar la atención sobre un punto que se explica a si mismo: el hombre
sólo podrá subsistir en la medida que proteja la cadena que lo mantiene, así
como el que vive de una cuenta de banco, si retira más allá de los intereses,
acabará con el capital. Esto trae a colación numerosos tópicos sobre los cuales
no quisiera abundar, como la sobrepoblación, la escasez de agua, los
combustibles fósiles, las mareas crecientes que amenazan con sumergir naciones
enteras…
Lo segundo es que
todo ejercicio humano debe nacer de un profundo sentido de responsabilidad, enfocado
principalmente en cuidar de un planeta que “no es herencia de nuestros padres,
sino préstamo de nuestros hijos”. Aparejado a ese sentido de responsabilidad,
deben venir tres cambios profundos: 1) Los países desarrollados deben dejar de
promocionar un modelo de desarrollo basado en la superproducción de bienes,
basura y consumo de energía, que se sostiene a costa del detrimento de la
tierra, la cual no pertenece a ninguna persona, país o unión de Estados, sino a
todos los habitantes del planeta, incluyendo a las demás especies y a los seres
humanos que aún no han nacido. 2) Los países en desarrollo necesitan cambiar su
proceso de crecimiento, en el cual no solo se aspira a un modelo irresponsable
y derrochador, sino que se destruyen las pocas cosas buenas que la vida en un
país en desarrollo ofrecía, como son: baja huella ambiental; ausencia de ruido,
contaminación y delincuencia; muchos recursos naturales, materiales, genéticos
y escénicos al servicio de todos; etc. 3) El ser humano no sólo debe desterrar
la negligencia o franco abuso que hace de su préstamo terreno, sino que debe
luchar por la elevación del ser humano en cuanto a su dignidad de vida: un
ambiente sucio y hostil, un trabajo esclavo, el hambre inmisericorde, el frío y
la sed; son todos flagelos de nuestra especie a los que los más pobres son
condenados, en gran parte por la apropiación, por parte de unos pocos, de todo
el espacio vital y su explotación irresponsable.
******Otro
tema de aguda importancia sobre el cual no pretendemos ahora abundar es la
justificación del derecho de propiedad como derecho humano. Exponen los
cooperativistas socialistas o “integrales”, que la propiedad como fuente de
renta y poder es nociva y solo el hombre mismo, con sus capacidades físicas y
espirituales, puede constituirse en fuente legítima de riqueza. Si bien es
cierto que el derecho de propiedad es el único que excluye a los demás humanos
(“yo poseo algo, por ende, tu no puedes poseerlo”), un mundo donde no exista la
propiedad privada y todos deban valerse de su cuerpo y dotes para sobrevivir
sería, al menos a primera vista, un mundo donde las personas con discapacidad
serian descartadas, los padres no pudieran legarle nada tangible a sus hijos y
la utilidad del ser humano seria puesta en duda después de pasada cierta
edad.*********************************************************************
A partir de la
quinta página, la carta se vuelva más política y local en sus consejos que
meramente ecológica y global. No obstante, podemos encontrar matices de marcado
derecho natural en sus aseveraciones, como cuando dice que “es natural y
conveniente que los grupos defiendan sus intereses, pero esa defensa no puede
ser en perjuicio de los otros grupos, o de la especie. El Estado debe permitir
y promover este principio, pero debe arbitrar…para que el desarrollo de un
grupo no sea a base del perjuicio de otro”. ¿Por qué? Porque la norma última,
el fin más elevado, es el bien común y para buscarlo es que creamos gobiernos.
Cañizares continúa
hablando sobre el fracaso de los gobiernos neoliberales. Si bien reconoce el
beneficio económico como legítimo resultado del trabajo, la creatividad y el
conocimiento, critica fuertemente a los gobiernos que renuncian a su función de
trazar el dialogo nacional respecto a las metas de la sociedad para buscar un
crecimiento que muy rara vez lleva “a la autentica democracia y al respeto a la
justicia”.
La carta finaliza
exhortando al joven destinatario a embarcarse en una carrera política, porque “sin
hombres honrados y coherentes, no habrá política honrada ni coherente”. Yo, por
mi parte, continuo preguntándome, cual será la “carrera más necesaria”. En un
sentido, sin duda se trata de la ecología, la cual estudia a toda la vida como parte
de un mismo flujo, incluyendo al hombre, y nos permite ver que el mal que el
dominicano le hace a su Patria y a su prójimo, es un mal que ejerce sobre si
mismo. Sin embargo, en un sentido figurado, la carrera más necesaria es la que
corremos todos contra nosotros mismos, la que nos funde y refunde en el crisol
de esta vida y nos permite ir creciendo en sabiduría, a la vez que descubrimos
que tan lejos podemos llegar y qué podemos aportar. La propiedad, incluso de
los talentos, tiene un fin social nacido de la responsabilidad, y la práctica
política se compone de la suma de nosotros los corredores y de todas las
justicias e injusticias que realicemos. Nosotros, por santos que nos
consideremos, hasta por omisión somos parte de la injusticia que llega a
nuestro país y permaneciendo inertes no hacemos más que perpetuarla. Es
necesario seguir “corriendo” y, como decía el Mahatma, “convertirnos en el
cambio que deseamos ver en el mundo”.
Vista desde “Cayo Levantado”, isla dominicana
entregada a una empresa extranjera para su explotación.
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