lunes, 8 de mayo de 2017

Capitalismo global y autodefensa intelectual

Capitalismo global y autodefensa intelectual

Capitalismo global

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Vivimos en tiempos de ruina y caos. El apabullante triunfo del capitalismo internacional, que explota desigualdades económicas y debilidades institucionales de la “periferia mundial”, ha llevado a que los detentadores del capital hoy en día, gocen de fortunas que ni Salomón, Craso o Soleiman hubieran podido imaginar (Piketty). En palabras del poeta chileno, Victoriano Vicario: “Nadie ha tenido tanto oro como hoy día. Ni tanta muerte”.

Aparte de la morbosidad que se activa al escuchar estas denuncias, también debería activarse en nosotros el instinto de conservación. Como un animal ante el atropello de un cazador más inteligente y mejor equipado, las comunidades enfrentamos hoy en día nuevas formas de lucha de clases con grados de sofisticación y multilateralidad sin precedentes. Ya no se trata tan sólo de quién tiene la tierra o quién es propietario de la fábrica, sino de quién controla un mercado o quién cobra un arrendamiento cuando se utilizan bienes “comunes” como el internet o cuando se disfruta de la “propiedad intelectual”.

El estado de la economía mundial y su forma presentan nuevas variantes de desigualdad, menos evidentes, pero igual de apabullantes. Hace 500 años había amos y esclavos; hace 100 años había patronos y empleados. Hoy existen productores y clientes y la situación no es tan distinta entre ellos como la terminología pudiera hacernos pensar. Por ejemplo, hay cada vez menos trabajos de manufactura en occidente debido a que los avances en el transporte han hecho posible que dichos trabajos sean localizados en países orientales como Indonesia, Bangladesh y Vietnam, regiones donde a menudo se ofrecen los menores salarios y los menores estándares regulatorios. La consecuencia, como todos sabemos, no es que la riqueza y la seguridad de occidente se haya exportado, elevando los estándares de vida de esos países, sino que en competencia para recuperar los puestos de trabajo perdidos, se inició una carrera al fondo donde los derechos conquistados hace décadas como trabajo dignamente remunerado, horarios fijos, seguridad social, etc., son simplemente barridos bajo consideraciones que aparentan neutras y meramente técnicas como “competitividad” o “eficiencia”. Un reclamo de lo más sencillo, como un salario que permita adquirir la “canasta básica familiar”, es catalogado de “económicamente inviable”, capaz de “estancar la economía”, “quebrar las empresas” y por consiguiente, eliminar los puestos de trabajo que se pretende dignificar un poco.

El carácter netamente ideológico (en oposición a verdaderamente económico) de estas objeciones al cambio, se evidencia en que reformas estructurales que verdaderamente pudieran aumentar la competitividad, pero manteniendo la dignidad de los trabajadores, como son: mayor transparencia fiscal, mejores niveles de educación pública o seguridad ciudadana, etc., son pospuestos de forma indefinida. Estos cambios requieren esfuerzos a largo plazo que no son compatibles con las metas de crecimiento instantáneo tan atractivas para los capitales golondrinos que vuelan de pais en pais dependiendo de la temporada (OECD report on tax holidays), ni tampoco son convenientes para las oligarquías instaladas en los países en vías de desarrollo que mantienen una forma de democracia demasiado vertical para ser llamada auténtica. Desorden y pobreza permiten mayor acumulación de la riqueza.

En otra línea más psicológica, es bien sabido que los salarios deprimidos conllevan mayores niveles de dependencia estatal, así como mayores niveles de estrés, criminalidad y egoísmo. En países de democracia vertical, meramente electoral, existe un incentivo perverso para mantener una sociedad donde 1) el Estado sea el mayor empleador; 2) la mayoría de personas no formen parte de la economía formal y 3) la pobreza sea combatida de manera discrecional y clientelar. Un Estado organizado bajo estas condiciones tendrá grandes partes de la población consideradas como “superfluas”, cuyo papel en la economía será muy marginal, estarán sometidos a constante represión policial y producto de su pobreza podrán ser manipuladas durante las elecciones muy fácilmente, ya sea a través de dádivas o de pura propaganda. Vease el caso de los Estados Unidos, como ilustración más reciente.

El problema de estos problemas es que su causa es muy distante como para captarla a plena vista. ¿Qué tiene el capitalismo que ver con la corrupción? ¿Por qué votaron los norteamericanos pobres por Trump, cuando su base política es precisamente un unión del interés corporativo con los elementos más radicales del racismo y la xenofobia? En el mismo sentido, ¿por qué votan los dominicanos en masa por personajes ampliamente identificados como corruptos? La respuesta se oculta en cómo opera el individualismo dentro del capitalismo. Las personas se individualizan, las corporaciones no. Las personas somos ahora consumidores: de productos, de partidos, de “modelos de vida”. La publicidad nos motiva a elegir por nosotros mismos a la vez que nos bombardea con ideas de “competitividad”, “autosuficiencia”, “poder adquisitivo”, pero nos oculta que, mientras nosotros nos hemos quedado solos, el capitalismo ha unificado su frente, se ha hecho fuerte, se ha vuelto global, y se ha adaptado a todas las culturas y su hegemonía ha traspasado todas las fronteras.

En consecuencia de esta globalización, el combate a la desigualdad incrustada en el sistema capitalista no puede ser local, mucho menos individual. Aquí es donde entra en juego la “Autodefensa Intelectual” como arma frente a la violencia del sistema. Todos sabemos que hay quienes ganan con el capitalismo y quienes pierden, por ejemplo, el Congo es un Estado fallido, pero compañías de todo el mundo siguen comprando los recursos naturales extraídos de su suelo (Al Arabiya RDC). No obstante, no basta identificar a los oprobiosos ganadores y hasta reprimirlos hará poco por cambiar la  estructura que los sustenta. Como cantaba Inti Illimani, mientras exista esclavitud, siempre vendrán “nuevos negreros” y por ende, la cura del capitalismo no está en su moralización, sino en su superación.


Autodefensa intelectual

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La idea de la autodefensa intelectual, hasta donde alcanza mi saber, fue por primera vez expresada por Noam Chomsky en su libro “Manufactura del Consentimiento” donde pretendía demostrar que los gobiernos de sociedades llamadas “democráticas” ejercen sobre sus poblaciones formas de violencia equivalentes a las de Estados totalitarios, pero a través de manipulacion ideologica en lugar de coacción física. Aquellos familiarizados con la obra “1984” de Orwell recordarán que el protagonista, un triste disidente, es sometido a un lavado de cerebro efectivo. Al final, se arrepiente de haber dudado del sistema opresor en el que vive. Al final, “ama al Gran Hermano”.

Chomsky alega que ningún lavado de cerebro invasivo es necesario, que basta con la propaganda a la que ya estamos expuestos para manipular nuestras opiniones de una forma negativa a nuestros propios intereses. Lo mismo dice, en otras palabras, el pensador esloveno Slavoj Zizek cuando dice que “ideología prevalente en nuestros tiempos” mistifica las causas de nuestra indignidad, atribuyéndose la culpa. Estados Unidos nunca ratificó el protocolo de Kyoto y ha saboteado el acuerdo de París, pero “qué has hecho tu para combatir el cambio climático? Acaso separaste todas las latas de Coca-Cola?”. Esta culpabilización de la víctima no es un fenómeno exclusivo del capitalismo sino que juega con ideas milenarias de que los poderosos son personas más fiables o, en el mejor de los casos, es más difícil su castigo. Por ejemplo, ¿alguna vez hemos estado frente a políticos o personas de mancillada reputación, pero producto de su estatus o dinero, hemos mostrado deferencia hacia ellas, pensando que simplemente hay “cosas que no se dicen” o “situaciones que no van a cambiar”? La ideología, la propaganda, no está en ser respetuoso hacia quienes detentan un poder ilegítimo. Está en creer que aunque nosotros no queremos relacionarnos con estas personas, ellas sin embargo ostentan poder, o el dinero les da cierta dignidad que debemos reconocer. Así como es más fácil decirle a la niña agredida que fue ella quien se coloco en una situación de peligro, es más fácil decirlo al ciudadano indignado “separa tu basura y no te metas con los poderosos”.

El concepto de autodefensa intelectual es una medicina contra estos y otros arrebatos de la ideología. Pero no es una píldora, sino lo contrario, una terapia colectiva. La autodefensa intelectual se hace a través del trabajo coordinado de organizaciones que representan los intereses y el bienestar de los oprimidos, de los perdedores del capitalismo y la corrupción. A través de buena y pertinente información, se propone combatir el sistema actual de una manera que no solo lo destruya, sino que lo reemplace por uno más justo y equitativo. Para sobrevivir al mundo actual, se requiere de un poco de avispamiento. Para decidir cambiar el mundo, hace falta entenderlo mínimamente. Para efectivamente cambiar el mundo actual, hace falta entenderlo sumamente.

Autodefensa intelectual como respuesta al populismo irresponsable

El dia de hoy, las variables que afectan a una persona promedio son muy superiores a sus poderes de refleccion y su capacidad de información. Solamente la cantidad de páginas que hace falta leer para estar bien informado de cualquier tema en particular, supera la capacidad de cualquier ser humano. Aprovechándose de esto, el sistema político-económico actual, tanto en los países desarrollados, como en aquellos en vías de desarrollo, se fundamenta en un populismo irresponsable. Populismo, porque se hace una apelación directa al elector en su persona: se vende al candidato como un producto, se vende el capitalismo como un bien material. Como los individuos, a causa de esta falta de información, son susceptibles a discursos que provienen de quienes ellos consideran más sabios o preparados o poderosos (recordemos la ideología), el individuo toma a menudo las decisiones que le dicta la avalancha de la propaganda, es decir, toma malas decisiones. Irresponsable, porque una vez electo el sistema o el político, este afianza su posición y aumenta su distancia entre él y sus electores. Un “mandatario” se hace más importante y poderoso que cuando era meramente un candidato y por ello, se hace más inalcanzable. Una vez electo, permanecerá en su puesto 4 años, aunque no defienda jamás los intereses de quienes lo eligieron, salvo circunstancias excepcionales. Un sistema, como el capitalismo, permanecerá en pie aunque destruya poco a poco a quienes lo sufren, a menos que haya un cambio de conciencia radical.

Sabiendo esto, ¿por qué en primer momento aceptamos un modelo de Estado tan verticalizado y fosilizado? Primero por factores meramente psicológicos y segundo, por factores ideológicos (que son psicológicos en un rango más prospectivo). Primero, es obvio que a todas las personas les interesa tener calidad de vida material a largo plazo, así como reconocimiento social y libertad de actuación. Bajo un Estado totalitario, estos bienes no están garantizados, pues la buena vida depende del arbitrio del gobernante. Por eso se elige la democracia, porque la democracia real tiene el bienestar de la gente como fin último. Sin embargo, la democracia implica también responsabilidad. En la Atenas de Pericles, había cerca de 40,000 ciudadanos. Era una democracia incompleta porque sólo los hombres libres y con propiedad eran ciudadanos, pero las decisiones eran tomadas por todos ellos reunidos Asamblea, después de escuchar durante horas los discursos de los involucrados. Este modelo de democracia requería que todos los hombres libres estuvieran bien informados para tomar decisiones válidas y aquellos que no asistían a la Asamblea, eran ridiculizados. En ese sentido, su democracia era más auténtica que la nuestra, donde el electorado elige una vez y se deja llevar después. Psicológicamente, la democracia representativa exige menos esfuerzo mental que  la democracia auténtica y por eso la aceptamos en primera instancia, para poder vivir nuestras vidas sin preocuparnos de la administración de las cosas públicas.

Sin embargo, la democracia representativa en la medida que es un modelo excluyente e irresponsable, sólo pervivirá mientras la gente no esté lo suficientemente consciente de sus efectos nocivos como para dejarse llevar. Aquí entra el segundo factor, el ideológico. La permanencia de los gobiernos siempre se ha fundamentado en cierto dogmatismo, el cual inocula en la gente y en base al cual se construyen y  determinan políticas. Parte de este dogmatismo son frases como “así son las cosas” o “a esa gente no se le puede hablar así (referido a los poderosos)”. Igualmente, el  capitalismo tiene eslóganes a través de los cuales se pinta una imagen diferente de la realidad y se justifica una estructura opresora como si fuera benéfica para los oprimidos. Frases como “el libre mercado beneficia a los consumidores” y “el libre movimiento de capital ayuda al pequeño empresario” forman parte de esa dogmática, a la cual no debe oponerse un debate total, destructivo y vacío, sino una nueva dogmática progresiva, basada en una nueva ideología: por ejemplo “ninguna autoridad se justifica si no es para servir a todos” o “el bien común está en trabajos dignos para todos en lugar de mayor crecimiento del PIB” y “el libre mercado sólo es libre si es justo a la vez”, etc.

¿Cómo se propone esta nueva dogmática…y quien lo hace? Pues obviamente es la gente que debe proponer esta dogmática, el problema es cómo. La respuesta es tripartita: 1) autodefensa intelectual; 2) afianzamiento social y 3) generación de una dogmática progresiva. Solo después de que existe la dogmática, puede hablarse apropiadamente de activismo para configurar la política estatal en base a la misma. Hablemos un poco de la autodefensa intelectual.

Definición de autodefensa intelectual

En esencia se trata de que las personas se unan en instituciones para defender sus intereses a través de una definición de dichos intereses y una análisis de cómo ciertos temas de la vida nacional e internacional afectan dichos intereses. El concepto resulta familiar tanto a los capitalistas, quienes tienen asociaciones de empresarios, cámaras de comercio, etc, como para los obreros con sus sindicatos. En el medio, existe toda una gama asociaciones con amplio listado de intereses que defender.

En el contexto particular de la democracia representativa, la autodefensa intelectual ayuda a mantener el carácter democrático a través de una mediación del voto. En lugar de permitir a quienes ostentan poder y pretenden más, apelar directamente al electorado atomizado, las instituciones que hacen autodefensa intelectual, investigan a fondo lo que implica elegir tal o cual candidato, tal o cual postura y analizan cómo dicha decisión afectaría a sus miembros. En ese sentido, a través de la asociación, la elección del electorado es más libre, porque es mejor informada. En el lenguaje jurídico, es un “consentimiento informado” sin que medie error, dolo o violencia.

No obstante, la autodefensa intelectual es meramente defensa. Pareciera ser una renuncia a obtener poder político, rendirse a cambiar las reglas del juego. Es cierto y, por lo tanto, la autodefensa intelectual no es la revolución; no es la solución, es más bien el primer paso de la solución y es el fundamento de la solución. La solución definitiva es la democracia responsable y participativa y esa democracia es gobierno popular y el gobierno popular requiere la participación de todos y la responsabilidad de todos a la hora de asumir el poder. Esa asunción de poder no significa solamente aceptar las consecuencias de dirigir una nación, sino también el esfuerzo medido y capaz de alcanzar los objetivos propuestos cuando se asumió el timón: bienestar de todos.

La autodefensa intelectual, en el primer momento, implica un entendimiento cuantitativo de las variables que afectan un tema transversal de la vida social y pretende que las personas afectadas estén bien informadas de cuales son todos los puntos que les conciernen antes de siquiera empezar a debatir las vías de acción. En esencia, la autodefensa intelectual sabe poco de decisiones, pero busca aprender a tomarlas a base de conocer las circunstancias presentes, libre de la luz de la propaganda o la ideología, pero iluminada por los intereses populares que constituyen una nueva dogmática progresiva. Posterior a la autodefensa intelectual viene la construcción del saber social. Hablemos un poco de ello.

Creando saber social

Posterior a la acumulación y procesamiento de la información por parte de las instituciones que practican la autodefensa intelectual, es necesario la socialización de dicha información y su análisis dentro del espectro amplio de los afectados. Esto no sólo para que se sepa, sino para que no se olvide lo aprendido al momento de enfrentar los desafíos del mundo moderno. Es posible que los seres humanos tengamos un sentido común innato, pero el mundo se ha vuelto demasiado variado y complejo como para  actuar exclusivamente en base de nuestro sentido común. Hace falta un “saber común” que forma parte de la cultura y ese saber se logra a través de la socialización, que culmina en el afianzamiento intelectual. Saber es saber usar.

Tomado de https://www.planetaneperiano.com/imagenes/neperianadas/700/258_565ec8fa43292.jpg

Ahora, por “cultura” no nos referimos a manifestaciones de tradiciones premodernas, sino a todo lo que la gente en una sociedad “sabe sin que le expliquen”. Las sociedades con mayor poder e influencia son aquellas donde se ha acumulado el capital financiero, pero también el conocimiento. Sociedades como la dominicana tienen mucho capital de varias clases (tierra, recursos, dinero efectivo), pero tienen, no obstante, poco saber cultural relevante a la situación económica que las afecta. Por ende, tienen pocas aptitudes para sobrevivir en el mundo actual porque entienden poco de cómo éste funciona, a pesar de sufrir las consecuencias de su siniestro funcionamiento. Así, no resulta raro que los dominicanos por ejemplo, sean a menudo abusados por las compañías de tarjetas de crédito, caigan en fraudes telefónicos, sean estafados por supuestos facilitadores de visas, etc. Cosas que para un Europeo pobre son sencillas, como cruzar una frontera, son totalmente inimaginables para un dominicano y por eso es más fácil engañarlo cuando se lo llama a decidir sobre problemas de creciente complejidad.
Presentamos 3 ejemplos actuales, de proximidades distintas al pueblo y que evidencian la necesidad de la autodefensa intelectual para una democracia funcional.

Cercano: Recogida de basura. Abrimos el diario y nos enteramos de un conflicto por la recogida de basura en Santo Domingo. Todos sabemos que es importante tener una buena recolección de basura, pero hacerla operativa requiere un saber cultural que la población dominicana está lejos de poseer. Hay una serie de variables que dependen del que produce la basura, que incluyen la llamada organización de los desechos, pero que también incluye la necesidad de producir basura, ¿por ejemplo, cómo puede exigirsele a quienes ofrecen bienes, que los envuelvan en paquetes más amigables al medio ambiente? Luego existen una serie de factores logísticos, como los horarios y rutas de recogida, culminando todo en el complejo proceso de disposición final. Es actualmente imposible tener un debate de quién debe controlar la basura en Santo Domingo si los actores dentro de la cadena se limitan a saber que la basura debe alejarse de donde vive la gente. ¿Qué pasa cuando se acaba el espacio lejos de la gente? Pues la basura simplemente se coloca cerca de las personas con menor capacidad de entendimiento y reclamo.

En este sentido tan cotidiano, sólo puede haber un activismo efectivo para luchar a favor de un sistema que no genere tanta basura y que la maneje mejor, cuando las personas entiendan mas del tema que lo que entienden actualmente y por igual, no es suficiente entender del tema, hay que saber cómo actuar al respecto y como exigir cosas al respecto y por más atractivo que parezca ponerlo en twitter, las exigencias individuales hacen poco para lograr cambios sociales (Laclau).

Mediano. Situación financiera estatal. Cada día el país es más dependiente de deuda extranjera para financiar sus actividades. ¿Qué significa esto? ¿Qué otras opciones hay disponibles? ¿Cuando vence esta deuda? ¿Cómo puede la gente oponerse? Por qué debe la gente oponerse? ¿Qué consecuencias traerá la deuda externa? ¿Nuevos impuestos? ¿Menos dinero para salud y educación? Etc, etc, etc.

A este nivel, la complejidad es abrumante y el activismo que puede ser efectivo a cercano plazo, puede hacer poco para oponerse a decisiones incorrectas a mediano plazo, pues simplemente tarda años evaluar las consecuencias. En este sentido, más que democracia directa, hace falta democracia responsable en cuanto a responsabilidad de quienes toman decisiones frente a aquellos afectados por la falta de adecuidad de dichas decisiones. Es lo que vemos en casos como el de Odebrecht. No es que la comunidad deba necesariamente organizarse para decidir a quién otorgar un contrato público, sino que las reglas para el otorgamiento de estos contratos y los objetivos económicos de los mismos deben ser parte del saber cultural. Eventualmente, cuando las reglas se descubran violadas o los objetivos comprometidos, los perpetradores deben responder frente a los perpetrados y esa respuesta debe socializada, de modo que la gente, si bien lejana a la decisión, tenga poder para dirigirla.

Lejano. Intervención militar en Siria. Aquí, no me siento ni siquiera en capacidad de escribir una línea.¿En qué medida la crisis de los refugiados de Siria ha acelerado el movimiento de la Unión Europea hacia la derecha y qué consecuencias tendrá ese giro a la derecha para los países que reciben ayuda económica europea? Solo esa pregunta nos revela que el mundo guarda demasiados misterios como para la autocomplacencia de la pasividad. 

Tomado de http://www.calmpsicologia.com/s/cc_images/cache_16921066.jpg?t=1443721407
Conclusión

Siguiendo mi larga tradición de digresiones grandilocuentes, no hay cambio social sin movilización popular, pero la movilización para mí no puede solamente ser un movimiento de catarsis y de repudio, sino sobre todo de concienciación, de conciencia de clase, de conciencia de pueblo, de conciencia de Estado y de conciencia de ser humano y esa conciencia activa y eficaz no es mero conocimiento, es decisión de actuar y es actuación.

Sin embargo, no basta la conciencia y no basta la actuación. A fin de combatir la influencia extranjera en China, a principios del siglo XX se levantó un movimiento nacionalista que se conoce en inglés como “los boxers”. En base a su auto-atribuida superioridad moral, los boxers se creían inmunes a las balas, pereciendo su rebelión después de 55 días. La actuación, por ende, requiere también del conocimiento para hacerse efectiva. El capitalismo tiene a su haber un amplio arsenal de recursos económicos e ideológicos que hacen su combate difícil y el panorama actual indica que en la medida que el sistema se rechace sólo en cuanto a actores, aún cambien los actores, no cambiará el sistema. Y si se rechaza el sistema, pero no se asume un modelo justo y completo en su lugar, pues el lugar del sistema actual lo podrá ocupar cualquier otro modelo dispuesto a asumir el mando, incluyendo el populismo de derecha.

Vivir en el siglo XXI implica un manejo de demasiadas variables para cualquier persona. Decidir cosas como por quién echar mi voto requiere niveles de información imposibles de obtener si no es a través de la organización. La ideología de nuestros tiempos pretende romper con el carácter gregario del ser humano, favoreciendo las interacciones superficiales como las que se viven a través del consumo o la entretención, pero atomizando el poder de decisión de los individuos, convirtiéndolos en consumidores individuales no solo de artículos, sino también de candidatos o de políticas en particular. Como respuesta, para vivir bien, para asegurarnos que el Estado se organice para defender a la gente y no al dinero, hace falta organizarse como personas y esa organización debe procurar esencialmente 3 cosas: informar a la gente de todo lo que le concierne y socializar esa información para fijarla en forma de saber cultural. Finalmente, saber y voluntad, deben volcarse al desmantelamiento de la sociedad injusta en la que nos desenvolvemos hacia una más equitativa donde primen los valores de solidaridad y responsabilidad.