martes, 14 de agosto de 2012

Foro desafíos y retos de la creación de nuevos municipios: Santiago Oeste, Baitoa y La Canela





Foro desafíos y retos de la creación de nuevos municipios: Santiago Oeste, Baitoa y La Canela

El pasado lunes 6 de agosto tuvimos la agradable oportunidad de estar presentes en un foro de discusión abierto en el Palacio de la Gobernación de Santiago a fines de discutir tres propuestas parecidas, pero no idénticas, de fragmentación de la ciudad de Santiago de los Caballeros. Las tres propuestas apuntaban a convertir al estatus de municipio a distintas demarcaciones de la actual ciudad: la primera siendo relativa al barrio de Cienfuegos, que pasaría a llamarse “Santiago Oeste”,  la cual fue propulsada por la diputada Altagracia González; la segunda comprendiendo el distrito municipal de Baitoa, siendo defendida por la diputada Magda Rodríguez y la tercera, relativa al distrito municipal de La Canela, apadrinada por el diputado Demóstenes Martínez.

Si bien el tema no deja de ser complejo, este artículo no pretende ahondar sobre los tecnicismos legales o logísticos propios de esa empresa, sino en la medida que fueron expuestos por expertos y autoridades presentes, dejando un pequeño a su escritor para que exprese su acuerdo o desacuerdo con algunos de los puntos planteados.

A modo de introducción, en cuanto al acto en si, el mismo contó con la presencia de autoridades edilicias, provinciales y distritales, como lo fueron el gobernador y el alcalde de Santiago de los Caballeros, quienes presidieron el evento, así como los susodichos diputados, regidores, alcaldes de municipios vecinos y líderes comunitarios. Por igual nos agraciaron con su presencia varios expertos en urbanismo, directivos del Plan Estratégico de Santiago y personalidades empresariales de la Región Norte. En cuanto al orden procedimental, después de los saludos protocolares del gobernador y el síndico –que por protocolares que fueran no dejaron dudas respecto a su opinión contraria a los planes de fragmentación– procedieron a tomar la palabra los arquitectos Domingo Matías y Julio Corral Alonso, quienes luego cedieron el turno a los diputados proponentes, los que no se dejaron intimidar por el rechazo de sus anfitriones y defendieron con vehemencia y argumentos sus controversiales propuestas. Luego fueron realizados cuatro comentarios más, de eminente carácter técnico, el primero a cargo de Ramón Céspedes, consultor del Plan Estratégico; el segundo por Hamlet Otañez; el tercero por Hipólito y Marcos Gómez del Plan de Ordenamiento Territorial y el último por Héctor Grullón Moronta. Para finalizar fueron permitidas 10 intervenciones de parte de los presentes, las cuales no podían sobrepasar los 2 minutos, pero que duraron en promedio entre 5 y 8 minutos, cada una. Todo lo anterior pretende ser resumido en este escrito para que el lector pueda familiarizarse con los interesantes planteamientos presentados. Procederemos de manera cronológica, pero a medida que se avance, omitiremos, sin la menor intención de reducir la participación de nadie, aquellos comentarios que correspondan a ideas antes desarrolladas por algún otro expositor. En lo adelante iniciaremos, quedando por agregar únicamente que a diferencia de otras actividades similares, fue muy poco lo superfluo y mucho lo sustancial que se expuso en las 3 horas de debate que duró el foro:

Domingo Matías por 15 minutos:

El arquitecto y sociólogo planteó las siguientes posturas:

1-      El llamado a autonomía es entendible por el manejo deficiente que los alcaldes hacen de los distritos y secciones alejadas del casco urbano, como es el caso hoy planteado.

2-      Ese mal manejo se fundamenta en que las autoridades edilicias no entienden que el territorio es integral y, por el contrario, continúan invirtiendo la mayor cantidad de recursos en el centro del municipio cabecera.

3-      La cura para estos problemas es la descentralización y desconcentración del manejo municipal. Este, añadimos nosotros, es uno de los objetivos perseguidos por los poco valorados y casi nunca ejecutados presupuestos participativos.

4-      Ninguna solución puede alcanzarse mediante la posterior fragmentación de los ya de por si numerosos municipios del país (136 según la página de FEDOMU: http://www.fedomu.org/municipios/), porque mientras más municipios haya, más pobres estos serán, ya que gran parte de sus fondos se destina a pagar empleados y representantes, lo que reduce sustancialmente las arcas municipales y dificulta la inversión en los servicios. Con este postulado concordamos y somos de opinión que cabildos pequeños no pueden costear los servicios mínimos que a cada municipio le corresponde como: basura (incluye recogida, depósito y tratamiento), planeamiento urbano, catastro, ornato, vialización de caminos, etc. La fragmentación ocasionaría que todas esas capacidades concentradas en un municipio, se dispersen en varios.

5-      Desde que la ley municipal (no ésta, sino una anterior cuyo nombre no recuerdo) planteó porcentajes del presupuesto nacional para los ayuntamientos (actualmente 10%), inició en el país una tendencia acelerada de creación de municipios que no obedecía a criterios técnicos, económicos o políticos serios, sino a intereses espurios. Por el semblante del arquitecto, puede inferirse que éste parecía entender que tal era el caso respecto a los proyectos a presentar.

Julio Corral Alonso por 12 minutos:

El expositor abrió con la lapidaria aseveración de que los municipios no proveen oportunidades de mitigación de la pobreza porque carecen de medios para incidir sobre las fuentes de creación de las riquezas. Los empleos que son capaces de crear no generan excedente ni se benefician de la plusvalía, sino que como mucho, las tareas del ayuntamiento se limitan a administrar la riqueza del municipio, pero a un costo, a fin de sostener su aparato administrativo.

Por otra parte, el arquitecto destacó que el crecimiento urbano en RD ha disminuido sustancialmente y que la economía netamente informal o de subsistencia es la practicada por el 70% de la población del área. A su entender, estos factores desmotivan la creación de nuevos municipios, pero lo hacen por razones muy técnicas que nuestro oído lego fue incapaz de captar, teniendo que ver con la manera y los motivos por los cuales las personas se desplazan hacia y desde los núcleos urbanos.

Terminada la exposición de los arquitectos, tomaron la palabra los representantes de las propuestas fragmentarias.

Altagracia González:

La diputada cedió el micrófono a Hipólito Martínez, secretario general del proyecto Santiago Oeste, quien habló durante 12 minutos. Resulta que no más hizo el Sr. Hipólito tomar el micrófono para que se provocaran aplausos evidentemente, por su efusividad y frecuencia, provenientes de agitadores clientelares de aquellos que persiguen a nuestros políticos con el único fin de llamar la atención e iniciar vítores en su nombre. Ahora, en cuanto a su exposición, debemos admitir que nuestra postura personal se encontraba prejuiciada, coincidiendo en su totalidad con la del arquitecto Matías, pero recordando las palabras del ecologista, excursionista y educador Oscar Cañizares: “generalmente estamos esperando la ocasión que nos de pie para decir lo que queremos, sin antes hacer silencio y escuchar a nuestro interlocutor”, lo cual, aparejado con la enseñanza bíblica de que la mayor sabiduría, y así lo solicitaba Salomón, consiste en un corazón que escuche (1 Reyes 3:9), pues decidimos oír al discursante y escuchándolo pudimos percatarnos de una comunidad olvidada por las autoridades, pero que no para de crecer desproporcionadamente. Cienfuegos tiene más de 200,000 habitantes, más que cualquiera de las cinco provincias menos pobladas del país, y el cabildo de Santiago no le presta la debida atención. En la actualidad cuenta con 8 avenidas y un solo semáforo, averiado para colmo, cero mercado público, cero catastro, cero ornato, cero drenaje y sobretodo, decenas de presupuestos participativos que han quedado sin ejecución.

No obstante, los argumentos del corazón no pueden sobrepasar los de la razón cuando se trata de acciones tan trascendentes como la separación de un pedazo del territorio urbano. El Sr. Hipólito no fue ambiguo y expresó que Cienfuegos, o el grupo que él representa, querían separarse y formar un municipio. Demostró poseer una buena visión y plantear soluciones para acabar con las admitidas arrabalización y miseria que plagan la zona, pero arguyó carecer de los medios, los cuales, a su entender, aparecerían con la generación de miles de puestos de trabajo y sus correspondientes tasas, que resultarían de la municipalización del área. Sin embargo, a pesar de que Cienfuegos es una tragedia propiciada principalmente por desacato al planeamiento urbano, tanto de parte de la Administración que no ejecuta ni supervisa ni fiscaliza, como de los habitantes que construyen ilegalmente, lejos de los suelos aptos y de las redes de servicios públicos, el proyecto de Santiago Oeste no presentó ninguna prueba que relacione la creación de un municipio con la solución de las carencias que agobian la zona. De hecho, es la postura de la mayoría de arquitectos presentes que la escisión de la Cienfuegos agravaría el problema. Recordando que la ciudad de Nueva York, cuya área metropolitana cobija a más habitantes que a nuestro país completo, quisiéramos hacer los siguientes señalamientos:

  1. Primero, es indiscutible que los proyectos de servicios tienen menor costo y mayor viabilidad a la medida que aumenta el número de beneficiarios. Dentro de las limitadas funciones de los municipios, sin tamaño y recursos suficientes es imposible invertir en obras de construcción o trazar planos congeniados de expansión municipal y mejoramiento de los servicios.

  1. Segundo, han sido los políticos –­­­los cuales son todos iguales– quienes han arrebatado a nuestras instituciones su funcionalidad, por lo que la creación de más puestos políticos (según el artículo 201 de la Constitución, sólo pueden ocuparse puestos representativos en el gobierno, incluyendo el local, si se es postulado por un partido político), solamente traería corrupción y pérdida de protagonismos de los liderazgos comunitarios, eso sin hablar de cómo los gastos extra reducirían los ya escasos fondos que la sección devenga.

  1. Tercero, si bien el trabajo de los representantes es velar y dolerse por la población, ello no puede implicar complacer ciegamente sus pedidos desarticulados, sino aportar criterios de eficiencia y factibilidad a los reclamos populares. Las razones que motivan el anhelo fragmentario están basadas en la quimera de la independencia funcional de los municipios, pero lo cierto es que instituciones cuyo principal ingreso proviene de una partida de una partida del presupuesto nacional (la cual nunca alcanza el porcentaje mandado por la ley y que es administrada por una institución politizada e innecesaria como es la Liga Municipal) no puede subsistir sino creciendo territorial y poblacionalmente para ser merecedora de mayores porcentajes del presupuesto y adquirir poder político.

  1. Cuarto, los síndicos de Santiago, especialmente en los últimos años y los líderes cesionarios de distintas comunidades nos están robando, en razón de sus diferencias, el sueño de un Santiago grande, autosuficiente y capaz de reclamar atención al gobierno central, el cual siempre lo ha dejado en el olvido. Es obvio que en esta lucha geopolítica cada fragmentación es una pérdida en la causa reivindicativa de la región.

Lamentamos, paciente lector, la manera extensiva en la cual expusimos argumentos propios. Para continuar el recuento del foro destacamos que a Cienfuegos procedió Baitoa, a cargo de la diputada Magda Rodríguez, quien habló durante 8 minutos:

No hay muchas cosas que señalar respecto a esta ponencia, excepto reclamos similares a los de Cienfuegos. Por igual dejó dicho la diputada que la ley 176-07 señala requisitos mínimos para elevar un distrito municipal a municipio y que entiende que Baitoa los satisface, por lo que procedería su iniciativa si fuese elevada en la siguiente legislatura. Por último, cabe destacar que el síndico Gilberto Serulle se le percibía un poco apesumbrado mientras su colega en medicina tranquilamente exponía su caso.

Por último, el licenciado Demóstenes Martínez quien habló durante 12 minutos:

En apoyo de la propuesta de La Canela como municipio el licenciado arguyó lo siguiente:

1-      La Canela merece ser municipio. Después de 18 años desde su constitución como distrito municipal, La Canela es hoy mayor de edad y ha crecido consecuentemente, alcanzando el tamaño legal para la municipalidad.

2-      Sus habitantes se sientes caneleros, no Santiagueros.

3-      Tener un síndico significa tener un doliente con peso político para ser escuchado. En lo relativo a este punto, no podemos dejar de resaltar que mientras el diputado  lo expresaba, comentaba a la vez como él había tenido que “llevar de la mano” al síndico de Sabana Iglesia hasta la Cámara de Diputados para que pudiese reclamar en nombre de su municipio, lo que evidencia una contradicción argumentativa.

4-      Otros ejemplos como el mismo municipio de Sabana Iglesia y el de Puñal atestiguan la felicidad que brinda a la comunidad alcanzar la dignidad de municipio.

5-      Cómo no podía faltar, surgió el reclamo de que La Canela se encontraba en el olvido por parte del alcalde, pero que en su caso, esta exitosa comunidad seria capaz de generar recursos suficientes para su autogestión, con tan sólo poder gozar de los arbitrios municipales.

6-      El estatus de municipio permitirá al pueblo gozar de una oficialía del estado civil, no teniendo entonces los habitantes que declarar a los hijos en Santiago.

7-      La proclamación del municipio de La Canela no tiene por objetivo crear puestos políticos porque siendo un distrito municipal, ya tiene un director y cinco vocales, por lo que sería sólo cuestión de cambiarles los nombres a “alcalde” y “regidores”, sin necesidad de crear puestos nuevos.

Corresponderá al lector evaluar la fuerza de los anteriores argumentos. Por nuestra parte, somos de la opinión que los tres expositores hicieron el mejor papel que podían haber hecho, despertando la conciencia de los presentes. No obstante, los intereses que defienden la cohesión de Santiago de los Caballeros tampoco fueron ambiguos en sus intervenciones, como podrá el lector apreciar por los comentarios de los siguientes cuatro comentaristas:

Ramón Céspedes por 5 minutos:

El ingeniero comentó que se encuentra triste porque ve en esta campaña fraccionaria una búsqueda de culpables, no de causas y entiende la separación como una solución reactiva a un problema estructural: la ley es incumplida de raíz. Para él, lo inteligente no sería romper, sino hacer funcionar lo que tenemos y para eso debemos aprender a escuchar y actuar acorde a lo que escuchamos que el otro quiere y necesita.

Hamlet Otañez por 9 minutos:

Ve en el crecimiento desorganizado de la ciudad un verdadero inconveniente en la provisión de servicios y entiende que si ahora mismo el planeamiento urbano es deficiente (áreas invadidas, desaprovechamiento de suelos fértiles, urbanización desorganizada que produce hacinamiento…) sería mucho peor si en lugar de una institución fueran cuatro las que controlen una misma zona de servicios, porque ello ocasionaría una atomización de la autoridad que impediría una correcta gestión de servicios.

Hipólito y Marcos Gómez por 13 minutos:

Estos arquitectos del Consejo para el Desarrollo Estratégico de Santiago (CDES) presentaron el proyecto de desarrollo elaborado para el área de Santiago, el cual aseguraron a los diputados presentes que había sido formulado considerando los intereses  de sus respectivas comunidades. Esperamos, por nuestra parte, que esa “consideración” haya sido de carácter participativo, consultando a los representantes y habitantes de las áreas programadas antes de idear su proyecto. En cuanto al contenido de la exposición, la misma refuerza con datos técnicos todo lo dicho anteriormente por los otros expositores relativo a la inviabilidad de la fragmentación.

Héctor Grullón Moronta por 8 minutos:

El exalcalde de nuestra ciudad dedicó su tiempo a exponer algunas razones legales por las cuales los distritos y la sección aspirantes no podían elevarse hasta la municipalidad. A fin de no abundar, señalamos que los mismos están contenidos en el artículo 27 párrafo de la ley 176-07 e incluyen, aparte de todo, un plebiscito en el cual entiende no debe consultarse sólo a las comunidades que pretenden separarse, sino a todas las comunidades que son afectas territorialmente por esa separación.

Por último, el maestro de ceremonias abrió el foro para 10 “breves” intervenciones, las cuales, como mencionábamos al principio, oscilaron entre los 5 y 8 minutos. Para cerrar este artículo con prontitud, solo transcribiremos aquellas ideas no expresadas con anterioridad.

Profesor Víctor Burgos: “Donde hay gente es que hay poder”. La tendencia es de la representación a la participación y esta fragmentación permitirá una participación más directa que involucre a la comunidad en las decisiones que le afectan, lo cual revitalizaría nuestra democracia, que tan en descrédito ha caído.

Representante de APREDE: “Este proyecto se basa en la falacia de que los ayuntamientos resolverán los problemas de los servicios públicos y crearán negocios”. En sus palabras, esta es sólo una de muchas las falacias defendidas por los promotores del proyecto sobre las cuales no existe relación certera de causa-consecuencia.

Representante de la Fundación Solidaridad: Este cisma no es poca cosa, sino que afecta a todo Santiago y si como decía el exalcalde Grullón Moronta, debe hacerse un plebiscito no han de votar únicamente los habitantes de las comunidades cesionarias, sino todos los que serán afectados por la acción, es decir, toda la población de Santiago de los Caballeros y si se aprueba, quedaremos fragmentados en todos los municipios que la sociedad entienda necesarios: Gurabo, Santiago centro…

Finalmente, después de algo más de 3 horas se dio por concluido el foro. Aunque hemos tratado de recolectar todas las ideas expuestas esa mañana, no existen palabras para transmitir el drama humano de impotencia, arrepentimiento, perplejidad y simple animosidad que se vivió en ese salón repleto hasta el tope de toda clase de historias. Es ciertamente provechoso que esta actividad haya tenido lugar, especialmente porque se habló con toda sinceridad y aunque nuestra postura personal se inclina hacia la consolidación municipal, no la fragmentación, nos sentimos felices de haber presenciado esta puesta en alerta para nuestras autoridades edilicias: si no hacen su trabajo, tarde o temprano optaremos por prescindir de ustedes.


lunes, 13 de agosto de 2012

Conversaciones con mi fe




Conversaciones con mi fe

Después de leer la Palabra, la cual disfruto esporádicamente gracias a la revista “Rayo de Luz” (aprovecho para agradecer a los comentaristas de dicha publicación por sus valiosísimas reflexiones que tanto me han ayudado a reflexionar por mi mismo), siempre me surge una motivación especial que me ayudan a enfrentar con “honor y gallardía los retos de cada nuevo día”, pero puedo decir que lo que más me despierta la lectura de la Palabra son preguntas, motivadas en esencia porque he optado por vivir reflexivamente en el mundo de hoy.

Eso de vivir reflexivamente es de los aspectos que más me agradan de mi personalidad. Para ponerles un ejemplo, mientras escribo es domingo y son casi las 5:58 de la tarde. Por alguna razón, o por muchas, me ha costado un esfuerzo indecible sentarme a escribir este artículo. Por igual, cuando no me encuentro abstraído en alguna idea, siento un apuro hasta irracional que me informa que el día se está agotando y que el tiempo no va a ser suficiente para hacer las miles de cosas que quisiera haber terminado ayer. Me parece que una persona inflexiva padece estos males, mientras que yo reconozco que me afligen y entiendo, al menos superficialmente, sus causas: Primero, es connatural al ser humano que le sea difícil empezar cualquier proyecto, de la misma manera que en el mundo físico es difícil cambiar el estado inercial de la materia. Para ambos hace falta energía, pero a diferencia de las ecuaciones newtonianas, el ser humano no presenta idénticos resultados ante idénticos estímulos, aun en idénticas condiciones. Por ejemplo, en este momento me encuentro inspirado, pero como el lapicero es muy lento para alcanzar a la mente se ve olvidan algunas ideas antes de poder escribirlas. Este momento de pausa me ha permitido darme cuenta que tengo hambre, y ya que dejaré de trabajar para ir a comer, me pregunto que está haciendo mi novia. En eso ya he pasado 4 minutos pensando en lugar de escribir, etc. Toda esa multiplicidad de ideas es producto de una mente diseñada (o que evolucionó), para realizar múltiples procesos a la vez –Pausa para comer. Retorno–. De manera que pienso que nuestra capacidad de concentración está dormida y que para activarla requerimos de una férrea disciplina y una práctica constante que nos haga mejores.

Por otra parte, la prisa es subproducto de una mente atribulada por anhelos de alcanzar una imagen personal de eficiencia y rapidez en la producción, tanto material como intelectual, sin comprender –a menos que se haga un esfuerzo consciente– los naturales procesos de maduración que las ideas y acciones deben agotar. Así como en el mundo actual nos gusta que todo sea conveniente, rápido y completo, así creemos que nos gustaría ser: ricos, exitosos, fuertes, controlados, famosos, imitados, expeditos, infalibles…, lo cual nos causa un profundo malestar existencial, porque en realidad, como seres humanos, estamos limitados en el tiempo y el espacio: nuestro aprendizaje toma años, nos da sueño, somos esclavos del capricho (“no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero”. Romanos 7, 19), no podemos controlar lo que hacen o piensan los demás, etc. En fin, queremos estar repletos y completos en nuestra existencia desde este momento, sin entender que posiblemente nunca llegemos a ser como nos visualizamos. Estos anhelos pueden que quizás se deban a que vemos muchas historias en televisión y tenemos demasiados ejemplos que seguir, los cuales, buenos o malos, son personas a las que aspiramos ser sin ser nosotros. Tenemos demasiada información para digerir, de la cual construimos nuestro yo ideal y en la vida, mientras intentamos alcanzarlo nos duele fracasar y sobretodo, nos duele que sea imposible no fracasar.

Ante tales tribulaciones, encuentro sosiego al pensar en frases como “las cosas del amor se hacen con tiempo”, “el tiempo se venga de las cosas que se hacen sin su colaboración” y “el aprendizaje no se cuantifica por libros leídos, sino por ideas incorporadas que dieron paso a ideas propias”. Sólo pausas forzadas y meditadas me permiten mantener la cordura.

Pero bien, ¿Cuándo “conversaremos con la fe”? Para no hacer esto sobre mi, sino sobre mis preguntas, plantearé ideas o “hechos” de incidencia religiosa y empezaré a elucubrar respecto a que significan para mí y que interrogantes me plantean.

Hoy hablaré de San Juan 20, 11-18. En estos versículos nos enteramos que una mujer fue la primer testigo de la Resurrección y la mensajera de Jesucristo para llevar la buena nueva a los que se suponían más cercanos a él, los apóstoles. Ya eso basta para escribir un libro, pero en consideración a mi escaso conocimiento, no planeo extenderme mucho. Primeramente, en este pasaje es que Jesús atina a decir “no me toques” (“Noli me tangere”) y muchas personas, especialmente en estos nuevos tiempos, gustan de imaginar una historia de amor entre Jesús y María Magdalena. Por favor, que eso no los distraiga de los dos puntos que trataré a continuación:

¿Son las mujeres primeras en la fe? Mi impresión, aunque la misma puede estar viciada por mi demografía, es que  las mujeres son creyentes más fervientes o feligreses más devotas. ¿Por qué? Miles de posibles razones. En general, las mujeres tienen fama mundial de ser más espirituales, lo que en la dialéctica occidental puede traducirse en que son más “irracionales” o más dadas a involucrarse en “creencias paganas o heréticas”. Esto puede deberse a su carácter, el cual encuentro empíricamente más subjetivo que el de los hombres, pero también puede ser que fruto de la subyugación histórica y constante del sexo femenino, las mujeres se “sometan” más cómodamente a la idea de un ser superior que las mande, las recompense o castigue. Por otra parte, puede ser que el sexo masculino haya desarrollado, o “venga de fábrica” con un ego superior al de la mujer y un sentimiento de autosuficiencia y poder que les aleje de la humildad consustancial a la religión, a la vez que les proporcione la autoestima necesaria para obtener buenas parejas. Esto me lleva a preguntarme si el patriarcado es inexacto o incorrecto como forma de organización social. Me explico. ¿Es más propensa, en su naturaleza, la mujer a la obediencia, o fue que durante la instauración del patriarcado su espíritu fue vencido?, lo cual, de ser así, es un crimen de la misma magnitud que la esclavitud.

Volviendo al tema del encuentro con Jesús resucitado, ¿fue el hecho de encontrarse con María Magdalena y su encomienda de comunicar su Resurrección a los apóstoles, parte de la campaña de Jesús para reivindicar a los excluidos de la sociedad? Si tal es el caso, ¿Qué pasó con el cristianismo? Si bien la religión cristiana se propagó apresuradamente por el imperio romano, en el mundo no alcanzó a calar la idea de justicia social tan consustancial a su doctrina sino hasta inicios del siglo XX (paradójicamente, siendo el comunismo ateo su representación más poderosa), ni tampoco hubo voto femenino hasta la mitad de dicha centuria (por igual, gracias al trabajo de las sufragistas, no del Vaticano). Si todos los gobiernos de occidente tienen bases cristianas, ¿por qué las ideas del cristianismo no parecen permear las políticas de los gobierno? Y si es verdad que todos somos iguales en dignidad, igual de hijos de Dios, ¿por qué hombres y mujeres preferimos ser liderados por hombres? Relativo a lo anterior, ¿por qué al día de hoy la Iglesia Católica no permite sacerdotisas? ¿Es el criterio que los apóstoles hayan sido exclusivamente del sexo masculino suficiente para justificar que según el plan divino, sólo los hombres pueden ser vicarios de Cristo? ¿No nos dice nada al respecto la intervención protagónica y primordial de María Magdalena? Esas no son preguntas cuyas respuestas me corresponden, pero en criterios prácticos, sí pienso que es más difícil exaltar a la mujer hasta el nivel cuasi sobrehumano que buscamos en los líderes. Siendo tal mi impresión, no dejo de preguntarme ¿por qué es tan difícil? Y más importante aún, ¿por qué buscamos líderes sobrehumanos? O todavía más punzante, ¿por qué buscamos líderes en primer lugar?

Como expresaba, estas preguntas no han sido planteadas para buscarles respuestas apresuradas y no niego que su debate excede mis limitadas facultades, pero, a modo de conclusión, me gustaría agregar que es innegable que el ser humano sufre su existencia y busca salvación en forma de salvadores. Lo peor de todo esto es que a medida que aumenta el deseo de salvación, disminuye también el deseo de participación en la salvación. Sin pretender una herejía “fui salvo por la gracia” me suena mucho peor a “fui salvado por la penitencia, la caridad y el amor”. A protestantes y católicos que discutan sobre que tan omnipotente es Dios y que tan autónomo es el hombre, yo, la próxima vez que nos veamos, ya habré pasado a otro tema.

El fracaso del código laboral




El fracaso del Código Laboral

¡Bueno, finalmente lo lograron! Me explico. Hablando con un amigo del fracaso del comunismo en República Dominicana, una de las razones analizadas de su infuncionalidad era la ausencia en nuestro país de clases sociales debidamente delimitadas que entraran en conflicto. Ahora, al momento de escribir este artículo pudiéramos decir, con reservas, que ya esa carencia ha sido subsanada y efectivamente gozamos de conflicto de clases sociales en nuestra República. Pero, ¿por qué con reservas? Porque si bien el conflicto existe, no ha nacido por las razones clásicas, las cuales, como usted, amable lector, debe imaginar, son crecimiento del sector capitalista y articulación del sector obrero. ¿Por cuáles entonces? Procederemos exponer nuestras ideas al respecto.

Antes que todo, recordemos que el profesor Bosch nos explicaba que en nuestra isla nunca se desarrolló un autentico capitalismo, y a pesar de lo que digan los industriales de cualquier región, todavía no se ha desarrollado en el país una clase capitalista de envergadura. Salvo excepciones, lo que existen en nuestro terruño son empresarios de ocasión que operan un negocio mientras les vaya bien. También tenemos políticos o “independientes” que prestan su figura a la cabeza de explotaciones realmente pertenecientes a un partido y, por último, tenemos una pequeña burguesía dispersa que nunca fraguó como clase y que actualmente se halla en decadencia. ¿Nuestro punto con esto? Que el conflicto de clases actual no es una respuesta a las vejaciones proporcionadas al proletariado por parte de la abusiva clase capitalista, porque ésta no existe.

Lo segundo a tomar en cuenta es que en un país sin capitalistas, no puede hablarse de una clase obrera. Lo cierto es que en la República Dominicana no sólo impera la informalidad en el empleo (se estima que el 56% de la población económicamente activa trabaja en la informalidad, siendo la cifra mayor en algunas regiones), sino que de los trabajadores asalariados, son pocos aquellos con visión y paciencia para integrarse al esfuerzo sindical. Esto se evidencia en que los registros del Ministerio de Trabajo sólo tienen contabilizados a 27 sindicatos (http://www.ministeriodetrabajo.gob.do/index.php/listado-sindicatos-y-federaciones-de-trabajo). Si a esta pequeña cifra le sustraemos los sindicatos de transportistas, queda patente la labor sindical no se ha hecho presente en la República Dominicana. Como nota aclaratoria explicamos que, a pesar de gozar de Registro Sindical, las asociaciones de transportistas no cumplen con las condiciones legales para ser sindicatos ya que los chóferes no califican como empleados subordinados de conformidad con los artículos 1 y 317 del Código Laboral, sino que se consideran dueños de turnos dentro de una ruta, los cuales pueden alquilar, por lo tanto no pueden formar sindicatos amparados por la ley. Por otra parte, el presidente del “sindicato” es, a menudo, dueño de vehículos y turnos, dicta ordenes e integra miembros, todo muy similar a un patrono, sólo que sin encontrarse obligado a garantizar ningún derecho laboral.

En conclusión, no existen en el país industrias suficientes y de tamaño tal como para ameritar la formación de grandes grupos sindicales, ni tampoco parece haber motivación entre los trabajadores para su formación, quizás por falta de idea clara respecto a sus beneficios, desconocimiento del procedimiento de formación o ausencia de liderazgo comprometido. En todo caso, lo que queremos resaltar es que los conflictos de clase en el país no se deben tampoco a que el proletariado obrero ha clamado su reivindicación, porque dicho proletariado, si es que existe, está lejos de articularse.

Entonces, ¿a qué se deben los conflictos de clase en Quisqueya? A varias razones, siendo la primera el hecho de que las clases se diferencian no por lo que hacen, sino por lo que tienen y en ese sentido existen estratos sociales muy diferenciados en nuestro país. No obstante, en este trabajo solamente pretendemos enfocarnos en el fracaso del régimen de protección instaurado por el Código de Trabajo como causa de conflictos entre trabajadores y empleadores, incluyendo una que otra glosa respecto a la aplicación que dicho Código ha recibido.

A modo de introducción, sería conveniente precisar que el Código de Trabajo fue preparado y aprobado de manera inconsulta, sin el apoyo del sector empleador. El mismo es producto casi exclusivo de una comisión de juristas del más alto calibre, que como tales dotaron al país de un instrumento tan moderno que era demasiado moderno para él, instados todo el tiempo por el presidente Balaguer, quien lejos de buscar el mejoramiento de la clase trabajadora, se encontraba apremiado en aprobar una ley laboral que le permitiera gozar de los beneficios de la Iniciativa de la Cuenca del Caribe (lo que explica la ausencia de criterios de Estado para hacer efectivo lo que la ley bellamente consagra). Así las cosas, no sorprende la dificultad que han tenido las leyes laborales en calar dentro de nuestro esquema mental. Ya sin más que añadir, procederemos a explayarnos sobre algunos de los problemas que el Código Laboral y su aplicación han generado:

Aumento de los costos de producción: Hemos escuchado en numerosas ocasiones a nuestros sectores productivos quejarse de que “hacerlo bien” provocaría la falta de empleos (apelando al sentimiento social para defender sus prácticas), y aunque en criterios de calidad y sanidad tal aseveración suena a desfachatez, en relación al régimen de protección al trabajador, es un reclamo que amerita ser escuchado. ¿Por qué? Porque primeramente nadie emprende una empresa si no ve beneficios en su formación y si los beneficios no son lo suficientemente atractivos en relación al trabajo que cuesta iniciarla y mantenerla, esto tampoco valdrá la pena. Visto así, el Código de Trabajo plantea dos bemoles serios:

  • Estar al día con las obligaciones laborales implica un gran costo. Estas obligaciones sobrepasan, por mucho, el simple pago del salario, para el cual debe el empleador agenciarse recibos firmados y bien firmados por el trabajador. Las obligaciones meramente protocolares dispuestas por el Código de Trabajo incluyen los numerosos formularios de trabajo, que a pesar de ser siete, sólo dos pueden ser completados por Internet (y como quiera deben pagarse en efectivo en el Departamento de Trabajo). Respecto a ellos, cualquier cambio hecho sobre el personal requiere de un nuevo formulario, implicando un costo cada cambio, lo que efectivamente hace inviable el salario por ajuste o a destajo. Independientemente de esto, el mayor problema de los formularios es que su llenado requiere tiempo y experiencia y aparte de los mismos, los trabajadores todavía deben ser inscritos en numerosos otros registros. Entre otras obligaciones se le requiere a la empresa certificaciones de higiene y salud incluso para trabajo de oficina, así como certificaciones para permitir el trabajo de los menores, todo lo cual complica el trabajo gerencial. Por otra parte, existen regimenes complicados relativos a los distintos tipos de pagos, al manejo de personal embarazado o de trabajadores sindicalizados, criterios jurisprudenciales relativos al despido y al desahucio y numerosas obligaciones más, de las cuales no pretendemos renegar, sino puntualizar que son viables únicamente para empresas con tamaño y presupuesto suficiente para sustentar un departamento de recursos humanos y consultar abogados cuando sea necesario. Como habíamos hablado anteriormente, ese tipo de empresas son las menos comunes en un país como el nuestro, de trabajadores informales y pequeños burgueses y seguirán siendo infrecuentes en la medida que las regulaciones excesivas no permitan a la pequeña empresa acumular excedente suficiente para crecer. Por último, el régimen de protección es tan complicado y se encuentra tan apartado de la población, que cualquiera que no sea profesional del derecho no sabría ponerle pies ni cabeza. No sólo se trata de un sistema parcializado contra el empleador, sino que el mismo se encuentra casi oculto, todo lo cual se traduce en mayores costos para los emprendedores.

  • La ley ha echado todo el peso de una población a la que el gobierno no ha sabido sostener, sobre el empleador, por lo que ahora éste debe pagar 15% extra del salario de cada trabajador para que éste cuente con salud, pensión y seguridad contra riesgos laborales, mientras que el trabajador sólo paga 5%. Lo mismo no parecería tan grave, pero se trata tan sólo de la corona de un régimen legal que cobra 29% de Impuestos Sobre la Renta, 16% de ITBIS, 1% sobre activos o Propiedad Inmobiliaria (estos últimos impuestos deben pagarse aunque la empresa no haya tenido beneficio) y que además debe proporcionar 14 o 18 días de vacaciones pagos, salario de navidad, 10% de sus utilidades, hasta 28 días de preaviso y hasta 23 días de cesantía por cada año laborado. Por igual, el empleador puede ser condenado por no inscribir en la seguridad social a trabajadores extranjeros ilegales que, de por si, no pueden ser inscritos y a los cuales el Estado permite entrar libremente, llenando un vacío del mercado de trabajo que ningún otro sector se ha abocado a llenar. También es ilegal en nuestro país disminuir el salario de los trabajadores o descenderlos de su rango y es casi imposible realizar un despido sin incurrir en gastos. Por su parte, los trabajadores pueden faltar al trabajo dos veces cada mes sin dar excusas, exigirle a sus empleadores que les paguen el salario en efectivo, no tomar las medidas de seguridad cuando trabajan y aún así lograr que se condene al empleador por negligencia en caso de accidente, robar sin que sea probable que se les pruebe el robo (ni que sea viable económicamente condenar a los trabajadores, por la forma en la cual se cobran las deudas en este país), dejar el trabajo sin dar el preaviso y otras desigualdades más, no sólo onerosas, sino que mezcladas con el pésimo ambiente de negocios de un país con energía cara, caminos ruinosos y corrupción rampante, desmotivan a cualquiera excepto al más ambicioso emprendedor o a aquel que sabe desde el inicio que evadirá la mayoría de esas restricciones.

Modelo inadecuado para el país de protección laboral: en República Dominicana tenemos 1 sólo modelo de protección para todos los trabajadores, independientemente de su capacidad de producción, de su nivel de preparación, de la naturaleza de su trabajo o la calidad de su empleador. Peor aún, el modelo que tenemos es uno esencialmente elaborado para empresas grandes de explotación industrial en las cuales el trabajador ingrese, progrese a medida que adquiere conocimientos y después de 25 o 30 años, en excelentes relaciones con los dueños, se retire a disfrutar los beneficios de una vida de trabajo. Puede que ese sea un modelo apropiado para Baltimore dominicana o el Banco Popular, pues en empresas así habría recursos suficientes para ordenar la producción de acuerdo a las trabas de la ley e incluso representaría beneficios para la actividad empresarial el tener un sindicato que no busque dinero, sino propiciar el adiestramiento del personal y el desempeño eficiente de las labores, a la vez que se asegura que ningún trabajador sea abusado por gerentes inescrupulosos. Lamentablemente, ese modelo es inviable en nuestra república por dos razones muy importantes:

  • La mayor cantidad de trabajadores que no se encuentra en el sector informal trabaja en micro, pequeñas o medianas empresas. Los negocios que agrupan al mayor número de empleados del país son los talleres de patio (muebles, pinturas, repuestos), salones, restaurantes (de esquina o carrito), negocios de transporte o distribución, etc. Por otra parte, muchos empleados son domésticas o trabajadores de la construcción, ramas de sumamente complicada regulación. Todos estos negocios repudian, por su naturaleza, los formularios, los horarios, los registros, los sindicatos, la producción programada, los análisis de mercado, los departamentos de recursos humanos, etc.

  • Los trabajadores dominicanos, en un porcentaje importante, no tienen madera para estar a la altura del modelo laboral legalmente previsto. En nuestro país hay un gran problema de alcoholismo, irresponsabilidad, de impuntualidad, de cuidado a la salud propia (en Japón, a los trabajadores se les obliga a hacer ejercicio para reducir el riesgo en las pólizas de seguro) y, sobretodo, de educación: no sólo la formación es deficiente, sino que las enseñanzas proporcionadas por las escuelas técnicas son limitadas y, a menudo, desfasadas.

Código discriminante: El Código de Trabajo plantea una desigualdad vagamente justificada en cuanto a la protección de los actores laborales y a la carga de la prueba en los juicios. Esto lleva al empleador a conspirar para no cumplir la ley a cabalidad y motiva al trabajador a no empeñarse en su trabajo porque sabe que cualquier descuido del empleador le puede representar más dinero que todo su trabajo denodado (hasta el despido de un mal trabajador podría ser un error fatal). No planteamos idealismos infantiles como sería creer en la bondad intrínseca del trabajador o del empleador, sino que resaltamos la existencia de un escenario de lucha desigual en el cual ambas partes transgreden “lo ideal”, pero que una parte, en virtud de la ley, sale más perjudicada que la otra, pues sólo hay que mencionar el artículo 539 del Código de Trabajo que subordina la suspensión de una sentencia apelada al depósito del duplo de las condenaciones, lo que da lugar a los embargos expeditos en materia laboral que cierran empresas y no aceptan pagos. Todo esto trae notorias consecuencias para la estabilidad económica del país, sobre las cuales está de más abundar. En conclusión, si bien es cierto que al empleador se le debe exigir respeto para el trabajador que le da su plusvalía, esa exigencia no puede materializarse de una manera que propicie la desaparición del sector empleador, porque eso destruiría todo el entramado.

Ahora que nos encontramos en el cual seguramente será un lento proceso de modificaciones al Código Laboral –las únicas leyes que se deciden rápido son las relativas a las remuneraciones de los políticos–, estas y otras consideraciones deben ser asumidas por el gobierno y los legisladores a la hora de asegurar una reforma del Código que mantenga la dignidad de los trabajadores y la apareje con criterios de eficiencia, calidad y prosperidad económica, que más que deseables, son necesarios en nuestro planeta en crisis.

Me permito agregar que la situación del país es tan crítica que las conductas generalmente sancionables (evasión, ocultamiento…) adquieren en nuestra República una dimensión justificada y hasta encomiable al constituir objetables reclamos contra la situación de zozobra nacional de nuestra economía. Objetables porque se parecen a los protestantes que incendian gomas para exigir servicios básicos, es decir, quebrantan el orden público para exigir que se cumpla a cabalidad lo que dicho ordenamiento manda. Es triste la situación nacional porque el abandono en que la clase política tiene al empresariado nacional, a los trabajadores y a los pobres de solemnidad motiva esta crisis de valores en la cual lo malo es justo y lo bueno tonto. Y, a pesar de todo, el gobierno aun así reclama que hacen falta mayores recaudaciones porque los fondos les son insuficientes para hacer su trabajo, o que hay mucha informalidad porque el sector empresarial no ha hecho buena labor de captación, o, como lo hace actualmente, trata de presentar las exenciones tributarias como causantes de la poca recaudación y la desigualdad entre empresas, todo esto mientras los funcionarios se desplazan en vehículos de alta cilindrada que pasaron aduana sin gravámenes. A la vez, tienen carteras abiertas de combustible, viáticos y gastos de representación, no se sabe si declaran impuestos, inscriben “botellas” en sus ministerios y ninguno de sus empleados está protegido por el régimen del Código Laboral.

En nuestra corta experiencia, nos sentimos incapaces de sugerir medidas que ayuden a la elaboración de un sistema de protección laboral más a tono con nuestras necesidades, pero no deja de ocurrírsenos que la sistematización y completa digitalización de los formularios laborales y demás aspectos registrales, incluyendo su gratuidad o la posibilidad del pago electrónico de los mismos, facilitaría su cumplimiento de parte de los empleadores, a la vez que proporcionaría al gobierno una fuente de datos importantes para desarrollar políticas públicas. Por otra parte, mucho más importante sería un esfuerzo por brindar claridad en cuanto a lo que la ley demanda del sector empleador, estableciendo programas graduales de educación desde la escuela y la universidad. Por último, y sin pretender exagerar, es necesario un cambio completo del sistema de protección laboral que contemple obligaciones simplificadas ya sea por distintas ramas, como el trabajo doméstico, de oficina, de construcción, de car wash, etc., o dependiendo del número de empleados o el capital que posea la empresa. Por igual, una flexibilización de obligaciones relativas al pago del salario (para facilitar el pago electrónico, el salario por ajuste…), a la carga de la prueba en los litigios, a las prestaciones laborales, al poder de dirección del empleador para permitir la posibilidad de recortar personal o redistribuirlo y el establecimiento de una sinergia entre seguridad social y prestaciones laborales son pasos importantes que podrían ayudar a paliar la conflictividad y excesiva litigiosidad que el modelo actual propicia. Respecto a esto, no debería preocuparnos que este sistema en general sea más difícil de comprender, el objetivo es que para cada tipo de empleador sea más fácil de aplicar. Las sociedades más avanzadas requieren de normativas cada vez más complejas, por lo que no hay que temerle a las leyes, pero esas leyes deben ser elaboradas a fin de regular la sociedad, no de transformarla contra los deseos de sus integrantes. Por igual, leyes más complejas requieren mayor transparencia en su aplicación, generalidad en su cumplimiento y educación de parte de sus afectados. Todo ello aparenta ser muy difícil, pero lograrlo es el reto que nos ha presentado este siglo y como ciudadanos responsables no podemos huir del él.