jueves, 26 de junio de 2014

Sueño de 20 años

Sueño de 20 años


Rafael Trinidad. Sin título


http://www.artelista.com/obra/4784550294817942-elbarquitodepapel.html

Sueño de 20 años

 

Esta noche cumplo un cuarto de siglo sobre la tierra. Es una noche igual que todas las noches. Es precisamente a esta hora que los cumplo, a las 12 am, porque mi madre entró en la sala de parto el 5 de junio y salió el 6, y sin embargo, hoy es un día como todos los días. Anoto en mi agenda felicitar a mi padrino y a su hija que nacieron ambos el mismo día, uno antes que yo, 30 años antes el padrino y la prima, 1 año antes. Por teléfono me llama mi novia y me dice que me ama, pero hoy no se va a acostar, como siempre lo hace después de bendecirme, sino que espera que termine estas líneas para hablar conmigo, pero a pesar de ese detalle, es una noche como todas las demás, así como hoy fue un día como todos los demás y mañana será como todos los demás, así como la vida es igual para todos los demás y cada día y cada hora son una y casi la misma, que todas las demás.

 

Hoy, cuando llegué del trabajo comí algo e iba a cambiarme para jugar futbol, pero decidí dormir un poco y me recosté en la cama. En aquella luz fina del atardecer por un momento pensé que todo había sido un sueño. Abrí los ojos y desperté en mi cama, en otra ciudad, en otro tiempo. Tengo solo 5 años y no ha terminado de salir el sol. La ventana sobre mi cabeza coronaba en mi sueño una sala de estar, pero ahora, en la vida real, corona mi habitación. Acabo de soñar los siguientes 20 años de mi vida, pero ya he abierto los ojos. Una pijama de béisbol me cubre de los pies hasta el cuello, pero es demasiado fina y un mosquito me picó a través del pantalón, dejando una pequeña mancha de sangre. Eso fue anoche, antes de dormir. Ahora me despierto y tengo solo 5 años y la vida entera por delante, toda una vida por delante.

 

A veces, cuando niño, soñaba que me moría y mientras moría, aprendí a abrir los ojos y despertar del sueño. Una vez soñé que mi muerte no era un sueño y cuando quise abrir los ojos no pude, como si de verdad me estuvieran matando. Finalmente, llorando y asustado, abrí los ojos y vi mi viejo techo, con su abanico blanco y sus sombras grises.

 

Lleno un galón de agua, escribo estas líneas y las leo a mi amada. Estoy soñando otra vez y es un sueño como todos los demás y cada instante, si bien distinto, es casi igual que todos los demás. 






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