Respuesta a mi amigo
Jaime Rodríguez, pluma insigne del pensamiento reverso
Ver el escrito de Jaime Luis Rodriguez Rodriguez en el siguiente link:
Excelente, verdaderamente
excelente Jaime Luis Rodríguez, desde la cuarta oración del 2do párrafo me has
cautivado. La política es el estudio de las relaciones de poder y relaciones de poder hay en todas las
instancias de la vida social, la cual es la única vida que existe, incluso para
el ermitaño que al recluirse ha optado por renegar la sociedad, pero jamás le
podrá ser totalmente indiferente.
Por supuesto, no estoy de
acuerdo con el punto que haces al inicio de que
he “extrapolado una crítica in concreto de la política dominicana
a la concepción abstracta de la política como ciencia social”. La política como
idea totalizante está triunfando en todas partes del mundo, desde que se hizo
común el engranaje de la democracia liberal para organizar los modelos de
Estados nacionales. El faccionismo se ve en las protestas de Corea del Sur, en
las huelgas de Bangladesh, en la guerra civil del Líbano, en la derrota rotunda
de los demócratas, en los resabios diestros de la oligarquía argentina. Es por
eso precisamente que la política es para mí indigna substancia, porque totaliza
el debate público, porque nos convierte en abanderados y, justo como en una
justa deportiva, alabamos al nuestro, demonizamos al contrario y todo se reduce
a un juego “suma-cero”. ¿Qué es ña vida pública nacional? Un ruedo donde se
torea con las posturas; con mucha parafernalia y muestras de poder, liderazgo,
respaldo, etc., se festina cualquier debate para atender al combate.
Cada párrafo, cada línea
de tu escrito está llena de tópicos por explotar. La estructura patriarcal por
ejemplo, como magníficamente expuso Yanibel Cepín, se esconde hasta en los intereses
de las mujeres “totalmente liberadas”. En el mundo de la abogacía puede decirse
que hombres y mujeres juegan en un campo nivelado, graduándose constantemente
más mujeres que hombres y con mejores calificaciones. Cuando ocurra el relevo
generacional, cerca del 2025, serán las mujeres que ocupen los cargos más
importantes para abogados, de eso no me cabe duda. Pero, entre tantas mujeres
brillantes, preparadas, ambiciosas, ¿cuantas podemos sacar que se interesen en
el debate público? Se dedican a prepararse constantemente en sus carreras, pero
más allá de esas fronteras, ¿cuántas conoces que se hayan desimplantado del
chip de que armar un “hogar feliz” es el paso cumbre de sus vidas?
Evidentemente que menos que los hombres, a quienes, me atrevo a decir, es más
por cultura que por una cualidad puramente genética, que les crea menos culpabilidad
dedicarse a su carrera con preeminencia sobre el hogar.
Respecto a la realidad
del poder como una relación en lugar de un objeto, tu idea es tan genial como subversiva,
pues nos obliga a romper el aparato institucional hacia el cual miramos cuando
pensamos en poder. Ciertamente acceder a las vías que “legitiman” el ejercicio
del poder requiere a su vez de tener un poder real, poder para convocar, para
movilizar, para convencer; poder para transgredir las reglas de las vías
estructuradas para obtener el poder institucional y, por ejemplo, comprar
votos, ocultar urnas, falsificar boletas… Por supuesto, en todos los países de
occidente, países que enarbolan la democracia representativa como su sistema de
nombrar a los detentadores del poder institucional, cualquier otra vía de
ejercer los poderes que por acuerdo o imposición hemos aprendido que
corresponden al Estado, es visto con recelo y genera rechazo por la mayor parte
de la población. ¿Qué cuando Pablo Escobar financiaba un sistema prestacional
paralelo al gobierno solamente el mismo gobierno se manifestó en su contra? Eso
es una muestra del poder como relación estrictamente fáctica, y es lo que sale
a la luz cuando son subvertidas las instituciones: el golpe de Estado a Chávez
en el 2002 y el de Zelaya en el 2009 son dos caras opuestas de la misma moneda.
No obstante, la fuerza que impregna la institucionalidad al ejercicio del poder no tiene ejemplo más
claro que el de nuestra propia media isla. Citando a Fernández Domínguez "La
ley es la regla a la cual deben acomodar sus actos, así los gobernados como los
gobernantes".
Respecto a las críticas a
un manejo tecnocrático del Estado, te entiendo y comparto. Los datos dicen lo
que quieren que diga quien los maneja y, sobretodo, ¿para que nos sirve los
datos si no tenemos un objetivo que alcanzar mediante ellos? El objetivo, el
fin, será una decisión política. Mi crítica, y me perdonan si no fui claro, es
que las decisiones públicas no deben tomarse en base a valores que sustentan
posturas que no resisten el debate técnico. Por ejemplo: ¿Tendrán derecho las
parejas homosexuales a adoptar hijos? Yo me pregunto, ¿por qué no? Hasta que no
exista un estudio donde se compare el desarrollo psicosocial de los niños
criados por parejas homosexuales y se les compare con los niños criados en
hogares nucleares tradicionales, entonces esta decisión será tendenciada por un
valor de fundamento religioso o social y
digo aquí valor, adscribiéndole un contenido neutro al término.
Respecto a que la participación
plural deplora la técnica y que en caso de elegir, eliges la primera sobre la
segunda, que es la excusa de los conservadores para mantener el poder (“el
pueblo no sabría gobernarse”), repruebo tu conclusión. El pueblo no es “sabio” no
como no lo es ningún hombre, los datos deben estar presentes en toda
decisión y es parte de la educación
necesaria que todos nos alfabeticemos respecto a las ramas básicas de las
ciencias y aprendamos a valorar más las decisiones asentadas en ellas que en
mera ideología.
Me gusta tu idea de
política desde la no política. Yo diría que hace falta política “desde afuera
de los partidos”.
Respecto a la posdemocracia
del señor Crouch, discrepo. En estos tiempos vale la idea lo mismo que siempre,
nada. La democracia liberar tiene digamos 300 años sobre la tierra, pero salvo
los experimentos federales vs unitarios, nunca ha valido tanto la idea como el
candidato y su modo de transmitir victoria segura, hegemonía. ¿Por qué la gente
vota por el que va a ganar? Porque cree en el sueño de que con su triunfo,
formará parte de los que “están arriba en la sociedad”.
Finalmente, como respuesta
a tu conclusión, admito las peripecias oratorias en las que debí incurrir para
que el término política pudiera ser denostado, pues como dices, ¿qué política?
No existe otro termino para denominar al ejercicio ideal, nunca ejercido, de
poner al individuo como sujeto y entremezclarlo con demás sujetos igual de
dignos a fin de conformar un conglomerado que sea igualmente sujeto, más preponderante,
pero nunca más digno, solo diferente. La complacencia intelectual de la que me
acusas es mi pecado social, la que me hace admirar más a Buda que a Albizu
Campos, cuando ninguno de los dos escribió un libro. Creo que todavía necesito
acumular más información y conocerme mejor. ¿Por qué es la política un
ejercicio inversamente proporcional a la capacidad de pensamiento expansivo del
hombre? Porque desde que se piensa en lo público como misión, la sociedad se
vuelve objeto de pensamiento e intentamos moldearla para encajar nuestras
concepciones de cómo debe ser, y en
dicha narrativa, si tenemos éxito, siempre acabamos ocupando un sitial
privilegiado, manteniendo nuestra subjetividad de cara a una masa, unos hombres-masa,
unas personas-medio, incluso cuando nuestro objetivo político sea despojar a la
gente de la indignidad de ser cosa. Si quieres que comparta tu concepto de
política, diré que solo vale la política solo vale la pena en la medida que
constituya el ejercicio de encontrar formas de vivir en sociedad, con la más
absoluta libertad, libres de la heteronomía de los demás, de las mayorías, de
las instituciones.
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