La masculinización
como mecanismo de valorización
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http://www.taringa.net/posts/noticias/18304695/Los-varones-pueden-ser-feministas.html |
Caveat lector: Por si el título
no lo delató, les advierto, este pretende ser un artículo feminista. Antes de
empezar, quisiera aclarar varios puntos. Primero, no soy un experto, sino más
bien un entusiasta del tema. Mis conocimientos se basan en observación, artículos,
en pláticas, en filmes, etc., ni siquiera en libros ni en educación formal. Por
tal razón quiero advertirles que 1) Toda
opinión aquí esbozada debe ser tomada con cautela antes de fiarse de ella, y 2) Les pido piedad por cualquier interpretación
errónea o incompleta que pude haber hecho de alguna doctrina o evento.
La
razón que motiva estas líneas es señalar un punto que entiendo otros han
ignorado o enfocado de manera diferente. No pretendo ser ni el primero ni el que
mejor señale estas cosas, las cuales, de hecho, ya han sido discutidas con
amigos de manera esporádica. Es evidente que el feminismo surge como respuesta
a la discriminación de la mujer frente a los hombres en virtualmente todas las desmembraciones
del quehacer humano, discriminación que
es combatida de muchas maneras. En este artículo pretendo denunciar el combate
a la discriminación a través de la asimilación por parte de la mujer de
características masculinas. De este modo, opino, no se termina la
discriminación contra la mujer, sino, como mucho, algunas mujeres la escapan
confundiéndose con los hombres.
En
el presente trabajo, como en todos mis escritos, encontrarán diversas
digresiones, siendo esta la primera: No quiero que nadie adopte sin ton ni son
mi punto de vista, ni tampoco que lo critique en razón de que contradice las
opiniones de alguien más. Cada persona debe formarse su propio criterio, o al
menos, expresar en sus propias palabras su adhesión a las ideas articuladas por
otros. Quien no hace más que repetir lo escuchado por las personas a quienes
considera autoridades, perpetua la horrenda cadena de servilismo intelectual que nos ha embrollado en la situación de
decadencia conceptual de nuestro siglo, por el cual, parafraseando a Zizek, más fácil imaginamos el fin del mundo que
un cambio mínimo en el estatus quo.
En
otro ejemplo de servilismo intelectual me
permito agregar que si bien hoy todos condenan inequívocamente al nazismo y al
fascismo, la condena es más bien memorizada que internalizada, más bien en paquete
que en razón de los postulados esenciales de estos movimientos políticos, como
si todas sus partes fueran igual de horrendas que sus raíces intolerantemente
discriminatorias. En directa contraposición, pero siendo tan similar como la
otra cara de misma moneda, la democracia, la libertad, la sociedad, etc., son a
menudo defendidas en paquete, como el antónimo de la dictadura y la barbarie,
sin que nos sentemos a examinar cual es la visión de democracia, de libertad y civilidad
que estamos defendiendo. Si alguien se puso morboso y cree que este será un artículo
revisionista que arroje luces positivas sobre los antedichos movimientos u
otros similares, por favor, sáquese esa idea de la cabeza.
Continuando
la digresión, el servilismo intelectual también está presente en el feminismo a
través de una conducta universal de los seres humanos: estereotipar. Existen modelos en base a los cuales se construye la
imagen del feminista o, más apropiadamente, de la mujer que representa el ideal
feminista de plena igualdad entre los géneros. Ese será el punto a tratar en
estas líneas, pero, en un ejercicio de circunnavegación, permítanme por favor
finalizar la digresión: El periodista argentino José Pablo Feinmann, expresaba
una interesante idea en el programa financiado por el Ministerio de Educación
Argentino, “Filosofía Aquí y Ahora”, un
programa de popularización de la filosofía propagado vía internet, que bien
pudiera transportarse a República Dominicana bajo la dirección de pensadores
como Odalis Pérez, Tahira Vargas, Carlos Andújar, Rosario Espinal, etc.
El
mensaje de Feinmann, hablando acerca de Foucault, era que el sujeto
de hoy se encuentra sujetado por los medios de comunicación masivos, los
cuales imponen la más dramática forma del “señorío
de los otros” (termino de Feinman, estimo) que se ha visto jamás, el poder de imponer la verdad. El
sujeto sujetado no piensa, sino que siente y actúa según la tendencia que los
medios han dictado para él y se limita a repetir las ideas que les suplen las
figuras que los medios han entronizado como autoridades. Bajo este escenario el
sujeto sujetado ha visto aniquilada su capacidad crítica y sin culpa, pero sin
mérito, vive la vida según el modelo ejemplificado por las autoridades de opinión.
Por eso los medios deben esforzarse en mostrar modelos positivos para la gente,
porque a fuerza de bombardeo de imágenes, los seres humanos terminamos ansiosos
por emularlas. Esto es una pena. La vida del sujeto sujetado es una pena,
porque “pasarse la vida bajo el señorío de los otros y nunca decir una palabra
propia, es como haber vivido muerto”.
Este
“señorío de los medios” entiendo, está afectando el feminismo, tergiversándolo
en la medida que los medios masivos han descubierto que el feminismo ha pasado de ser un movimiento revolucionario del
cual era prudente excluirse, a una tendencia liberal con la cual es positivo identificarse.
–Si le preguntas a una mujer de la edad de mi abuela si es feminista, pensará
que le estás hablando de solteronas amachadas que “fracasaron en la vida”. Si se
lo preguntas a una abogada joven de Santo Domingo que disfruta los vestidos
cortos y los zapatos Louboutin, probablemente opinará que ella ES la imagen del feminismo– Los medios
masivos son conceptualmente muy pobres y muy dados a reproducir, por alguna
razón inexplicable, solo los elementos
más impersonales de las personas que representan. Los medios, no sé si en
reflejo de la realidad o a fin de manipular la realidad, han optado por
presentarnos un modelo del feminismo masticado, digerido y armonizado lo más
posible con valores retrógradas. Este modelo ha sido reproducido de manera reiterada
hasta convertirlo en “verdad” y postula básicamente que la mujer vale en la
medida que se parece al hombre, en contraposición a las demás mujeres, que no
valen tanto. Para aclarar, existen muchas
formas de parecerse a los hombres, como veremos más adelante.
Empecemos
con un punto clave. Nos enseña Judith Butler que el género es performative (su equivalente en español
sería “representativo” en el mismo sentido en el cual los actores representan una
obra para la audiencia teatral), es
decir, que las conductas de cada género no tienen ningún elemento ontológico
que las sustente, sino que se tratan de actitudes y actuaciones aprendidas que se
adoptan fruto de la presión social y que se representan durante toda la vida
hasta que se hace imposible separar una
conducta del genero al cual se le adscribe.
Diciendo
las cosas de otra manera, a las personas nos adscriben un género al nacer por virtud
de nuestro aparato reproductor (nuestro sexo), pero la manera en que nos
comportamos, como vestimos, como pensamos, etc., es decir, como construimos
nuestra identidad de género, no tendría nada que ver con ese sexo, a no ser que
nos enseñaran que algunas cosas son femeninas y otras masculinas. En resumen,
el género como concepto más allá que meramente ligado al aparato sexual es 100%
actitud, 0% aptitud.
En
esto es que baso mi enunciado de que las mujeres se tienen que parecer a los
hombres. Para ganar respeto como
individuo, las mujeres frecuentemente deben adoptar actitudes que socialmente
se asocian al género masculino. Para mí, esto es una subversión total del
ideal feminista que finalmente pudiera desembocar en su derrota y debe ser
combatido. Explicaré esta idea de la siguiente manera: 1) Expondré mi concepción del ideal feminista; 2) Detallaré los indicios que me llevaron a pensar que en la
actualidad se fuerza a las mujeres a asemejarse a los hombres para verse como
triunfadoras y 3) Detallaré
brevísimamente como pienso que deberían ser las cosas para vivir a la altura
del ideal feminista.
1. ¿Qué es ser feminista?
A
fin de contestar esta pregunta rememoro la intervención del comediante Aziz
Azari en el Tonight Show con David
Letterman. En dicho programa, el comediante comentaba que todo aquel que crea
que hombres y mujeres tienen igualdad de derechos es un feminista, a pesar de cualquier
connotación negativa que erróneamente pueda habérsele dado al término. Como
ejemplo decía:
-
Entonces, ¿eres un doctor que trata principalmente problemas de la piel?
-
Sí, eso es lo que hago.
-
Ahh, entonces ¿eres un dermatólogo?
-
O nooo, pienso que el termino dermatólogo es una palabra demasiado agresiva.
Comparto
esa idea. Feminista, en sentido estricto, es quien cree que hombres y mujeres
tienen los mismos derechos y, añadiría, deberes. Por supuesto, en sentido lato
y por el mensaje de igualdad que le caracteriza, el feminismo se ha visto
ligado en esta época a las reivindicaciones de diversos grupos socialmente
marginados. Aunque el origen del feminismo haya sido laboral y sufragista, y el grupo de lucha hayan
sido todas las mujeres, para muchos el término significa actualmente: “Hay una
clase dominante y otra excluida, a veces legalmente y siempre extralegalmente. Nuestro
objetivo es igualar a todas las clases, combatiendo la manera en la cual las
categorías de discriminación afectan negativamente la
vida de los grupos marginados”. Esta visión del feminismo es revolucionaria porque rompe con la narrativa binaria que ha caracterizado
la sociedad humana: hombres vs mujeres, nobles vs. plebeyos, ricos vs. pobres,
para instaurar en su lugar, una sociedad donde las características extrínsecas no
generen desigualdad.
Expuesta
mi visión del feminismo, exploraré el enemigo del cual les comentaba al
principio, la necesidad de masculinización.
2. ¿La masculinidad como boost o garantía para tu valoración?
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http://manett-art.deviantart.com/art/bad-girl-181516244 |
Existen
cientos de formas en los cuales la existencia de grupos privilegiados limita
las posibilidades de una existencia igualitaria para los grupos marginados. A
veces es tan simple como no conseguir un trabajo por no pertenecer a cierta
clase social, pero existen otras formas de afirmar la binaridad. Por ejemplo,
todo el que haya leído hasta aquí (gracias, muchas gracias por su tiempo y
atención inmerecidas) seguramente es: 1)
una persona que me estima mucho, porque si no, para que leer lo que opina
un pendejo. Gracias, el cariño es recíproco y 2) Una persona con amplia cultura e inteligencia. ¿Cuántas veces
amigos hemos ignorado las opiniones de los demás que no consideramos pertenecen
a nuestra subclase de personas “con cerebro”? ¿Cuántas veces hemos pensado que
el otro requiere explicaciones extra-simplificadas, porque no pueden entender
lo que nosotros sí podemos? Los feministas denominan mansplaining o privileged
explaining cuando conversamos con personas que no pertenecen a nuestra
propia clase privilegiada e iluminada como si ellos fueran niños. Esto, yéndome
al extremo del cinismo, me recuerda al refrán africano acerca de la caridad:
“la mano que da, siempre está arriba”.
El
feminismo es esencialmente la lucha por la igualdad. En un primer término, esta
igualdad debe buscarse con la igual valoración
de las diferencias (no necesariamente con la celebración de “la diferencia”,
pues que exista diversidad no es un valor per
se, excepto genéticamente). No
obstante, y, al menos a nivel personal, muchas personas de clases marginadas
encontrarán que es más fácil vencer la desigualdad asemejándose al grupo
privilegiado, aunque la igualdad nunca sea plena.
En
términos específicos, me parece que la idea de la mujer exitosa actual responde
a aquella que asume actitudes consideradas masculinas. Si bien compartimos
ligeramente la idea de Butler de que no hay conductas específicas por género,
discrepamos de ella porque entendemos que dentro de la sociedad, hombres y
mujeres, en términos estadísticamente
relevantes han aprendido a comportarse de acuerdo a patrones que difieren
en cuanto al género. Esto no está mal, sea natural o aprendido. Lo que sí está
mal o, al menos, es negativo para la igual valoración de todos los individuos,
es que se le ha dado más peso a las
conductas tradicionalmente masculinas que a las femeninas. Por tal razón,
más que subvertir las estructuras subyacentes hasta el punto que suprimamos
nuestro superego y actuemos todos igual, lo correcto sería aprender que otras
narrativas vitales distintas de la arquetípicamente masculina, son igual y
reitero IGUAL de válidas, y la inclinación
por una u otra será cuestión de preferencia. En otras palabras, las conductas o
costumbres, así como los valores y las aspiraciones de cada individuo no pueden
ser valorados de cara a un modelo único y excluyente de persona.
Es
difícil saber hasta qué punto se sostendría una sociedad en presencia de
absoluta pluralidad, pero ese es un tema para un ensayo político más que
sociológico. A continuación nos limitaremos a exponer las pistas que me
revelaron que las mujeres han recibido presión en masculinizarse:
a)
El fenómeno de las
heroínas de acción.
En comics, en Hollywood, en los videojuegos y en el arte independiente, existe
la exaltación del Bad Girl Art (Desde
Sonja Red Warrior hasta la dominicana
Gamora en Guardians of the Galaxy),
es decir, de la mujer fuerte, despiadada, aguerrida e hipersexualizada, cuyas seductoras patadas
rompen los huesos de los hombres. No obstante ser percibidas como objetos
sexuales por la audiencia primordialmente masculina que se estima consume estos
medios (realmente todos los medios masivos parecen estar dirigidos a los
hombres), el carácter belicoso y autoritario de estas heroínas resalta,
otorgándoles valor en el mundo de los hombres en el que se mueven, tanto en el
contexto del comic, película, etc., donde es una líder., como en la mente de
los hombres que han consumido su imagen, donde es una especie de diosa del amor
y la guerra a la cual venerar.
El poder es visto
como el gran asignador de valor, sea físico, económico, etc. Estas heroínas a menudo
tienen dinero o poder político, pero generalmente lo que tienen es fuerza y
destreza física, por lo que podemos inferir que su hipersexualidad es una forma
de afirmar su carácter femenino de cara a la masculinización que han sufrido
por haber recibido poder. Ya en otra digresión, pero más cercana al tema, la
mujer guerrera y escasamente vestida de nuestro cine es otra expresión de la
obsesión romana
con los hermafroditas: la atracción
sexual atribuida a las mujeres combinada con las virtudes de la personalidad
atribuidas a los hombres.
b)
Dar órdenes a
hombres que las superan en edad. A menudo las profesionales se encontrarán
en posición de superioridad jerárquica respecto a hombres que, primero, no son
profesionales y, segundo, las superan en edad. En estos casos la experiencia
suele ser que dichas mujeres encuentran difícil obtener respeto de parte de
estos señores, por factores que combinan juventud con feminidad. Para lograrlo,
a menudo han tenido que rebajar su estilo de vestir hasta un punto masculino,
combinándolo con una actitud constantemente alerta, dominante y cerrada a
entrar en la más mínima confianza o amistad. Aunque las mujeres que dirigen
hombres menores o con formación universitaria encuentran mayor espacio para
bajar la guardia sin miedo a perder su autoridad, puede decirse que aunque la
conserven, esa autoridad se siente menos que con relación a colegas masculinos
de la misma jerarquía. Esta última percepción solo puedo sustentarla en el
siguiente fenómeno, presentado en la mayoría de lugares en los que he
trabajado: La facilidad de tutear o
destitularizar a las mujeres. Cuando una persona, hombre o mujer entra a un
trabajo, trata de usted o con su título (doctor, licenciado, ingeniero, etc.) a
todos sus superiores, pero a medida que entra en confianza, sustituye el título
por el nombre hasta que a veces llega a perder el “usted”. Esto podrá deberse a
muchos factores, pero pienso que nace de una idea general de lo femenino como
más joven y, por lo tanto, menos experimentado. Por más que una mujer sea jefa,
sus subordinados verán en ella más rápidamente una igual, una colega, una cómplice,
de lo que verían en una contraparte masculina, a pesar de que la contraparte
masculina pueda ser más joven o con menor experiencia que la mujer.
c)
La atribución de
una conducta a un género específico y la valoración de dichas conductas de acuerdo al género. Ya aquí estamos
entrando en terreno profundo, y en el cual no siempre encontraremos uniformidad
porque vamos a hablar de lo que siento son actitudes de toda la sociedad.
Siendo la sociedad tan grande, las generalizaciones empiezan a “generalizarse”
cada vez más, pero para introducir, diremos que es obvio que las mujeres están
socialmente sujetas a muchas presiones que los hombres no sienten o sienten en
menor medida. Las principales que vienen a la mente son el llamado slut shaming mediante el cual las
mujeres son criticadas por tener una vida amorosa activa, mientras que en los
hombres se le celebra o, al menos, no se ve como un rasgo personal dañino. Otro
caso es el fat shaming, por el cual
tanto hombres y mujeres son criticados por encontrarse en sobrepeso, pero subsiste
la creencia de que para los hombres pesados es más viable “encontrar el amor” que
para una fémina en sobrepeso. Decía una presentadora en un TED Women –no sé por
qué esta tendencia de pensar que a las mujeres no les interesan cosas que
fueron concebidas como generales, y que solo se interesan en relaciones y apariencia
física, por lo que hay que crear cosas generales solo para mujeres. Productos
como los infames Lego Friends o Bic for her revelan esta percepción–
“chicas, para mantener la atracción de su marido no necesitan estar flacas,
solo tienen que estar más flacas que él”.
Con
lo anterior como premisa, quiero referirme a tres conductas consideradas
femeninas y, por lo tanto, valoradas
como negativas. El hecho de que estas conductas se practiquen de la manera
en que se percibe o el hecho de que sean realmente femeninas de una manera estadísticamente
relevante, no incide en el análisis que es el siguiente: Se percibe que las
mujeres se comportan así y es malo, por lo que deberían comportarse como los
hombres, que es bueno.
1) El chisme: De primeras diré que la práctica de
comentar y ponerse al día con los sucesos ocurridos entre los miembros de un
colectivo social es positiva y necesaria para que el grupo pueda seguir
identificándose como tal y mantener su cohesión. No obstante, se percibe que
las mujeres realizan esta actividad de manera insidiosa, poniendo énfasis en lo
considerado negativo y sintiéndose justificadas en criticar hasta el punto de
excluir a miembros (especialmente “miembras”) del grupo que han transgredido la
barrera de lo aceptable. Más allá de ello, las mujeres disfrutan de señalar
fracasos de parte personas foráneas al grupo, especialmente mujeres. Finalmente,
aunque se trate de personas que las interlocutoras no conocen más que por
referencia (¡celebrities!), estas
disfrutarán señalar sus defectos (shortcomings),
especialmente si se trata de una mujer.
Lo que se considera
correcto es que se adopte una conversación de absoluta neutralidad e
impersonalidad, tratando temas como los deportes, las elecciones, el tránsito o
temas considerados relevantes, como actualidad global, la tasa de cambio, etc.
Los temas relacionados a los hijos, el hogar, la apariencia…, son considerados mera
cháchara y por consiguiente, femeninos. Éstos deben ser evitados, pero en caso
de ser tratados, lo serán siempre de manera positiva y, como muchos hombres hacen,
con un no siempre saludable grado de exageración.
2) La delación: Existe el refrán “los bomberos no se
pisan la manguera” para señalar que los hombres se apoyan, especialmente que se
apoyan en todas sus “vagabunderías”. La
narrativa social ha creado esto en directo contraste con la conducta percibida
como femenina de la delación. Se dice que las mujeres harán lo que sea para
hacer tropezar a otra mujer, incluyendo hacer público, a través del mecanismo
del chisme, cualquier fracaso o falta de la otra mujer y lo harán de una manera
socialmente hiriente. Se estima que en persecución de tal objetivo son capaces
de “inventar cosas”. Tengo algunas bases para pensar que estas conductas
existen, pero que no son femeninas en su esencia, sino que las adoptan
generalmente las mujeres como una extensión de su lucha para conservar los pocos
privilegios que pueden obtener como mujeres al fin. Me explico, los hombres la
tienen fácil. Ser un hombre básicamente te libera de un sinnúmero de presiones
sociales e implica, que en todo caso, tus fracasos serán superados con mayor
facilidad. Las mujeres en cambio, saben que su posición es precaria y puede fácilmente
ser consideradas fracasadas, sin que puedan recuperarse tan fácilmente como los
hombres. Por tal razón, siempre están a la defensiva con otras mujeres de un
modo que los hombres no tienen que estarlo socialmente con otros hombres. ¿Quiero
esto decir que los hombres no son juzgados y evaluados de cara a todos los
demás hombres? No, los hombres también son objeto de escrutinio, pero solo por
ser hombres, se les trata con menor severidad.
NO sé porque.
Aquí un ejemplo
que evidencia lo anterior. Preguntándole a una amiga por qué la esposa de un
colega no la soportaba me respondió “porque soy
mujer, ¿es que hace falta otra razón?”. Me pareció una respuesta
graciosa, pero insatisfactoria (hombre al fin no concibo estos antagonismos
como naturales. Recuerden, conductas repetidas hasta que se hace imposible no
concebirlas). Indagando un poco más me señaló un episodio extraño: cuando mi
amiga fue trasladada a otro departamento dentro del trabajo, la esposa del
colega expresó su regocijo; no porque dudara de la fidelidad de su marido, sino
porque ya no aguantaba que la gente
comentara que entre mi amiga y él había un romance adultero. Si al leer
estas líneas piensa con morbo cosas como “a lo mejor había algo” o “si el río
suena es porque agua trae” usted sería un excelente delator chismoso, y si bien
no necesariamente sería responsable, al menos sería instrumento del malestar tanto
de mi amiga, como de la esposa del colega, ninguna de las cuales tiene la culpa
de que sus privilegios como respetable profesional y esposa amada,
respectivamente, sean tan fácilmente derrumbados por la situación fáctica de
que mi amiga entabló amistad con un hombre casado.
Lo masculino
hubiera sido evitar el tema por completo, para no incurrir en chisme y en caso
de enterarse de algo, guardar el más estricto secreto. Ahora bien, por la
manera en la que opera nuestra sociedad, el secreto hubiera sido para apoyar al
adúltero, no a la amante, la cual seguramente es una slut que lo sedujo a un punto donde era imposible resistirse de romper la fidelidad de su matrimonio.
3) El descuido: Decía Vito Corleone “women and children can afford to be careless, but not men”. Existe la
percepción de que las mujeres son en cierto modo menos sagaces, incapaces de
elaborar planes estratégicos, incapaces de get
things done más allá de ciertas cosas consideradas sin importancia, como
planes del hogar, o supervisar entregables, etc. Para mí esta es la percepción más
dañina y la culpable del techo de
cristal, es decir, esa barrera invisible que causa que las mujeres sean
excluidas de puestos de liderazgo a pesar de objetivamente cumplir con todos
los requisitos que se exigiría a un equivalente masculino. ¿Cuál es el origen
de esta percepción de las mujeres como descuidadas en contraposición a la
presunción masculina de capacidad en casi todas las ramas? Es difícil y a lo
mejor las causales son numerosas, pero pienso que una muy importante es la debilidad física, la cual, por alguna
razón, trae consigo connotaciones de otras debilidades.
Saltan a la
vista para incluso el peor observador
obvias diferencias entre hombres y mujeres. El dimorfismo sexual humano es
mayor que entre otros mamíferos, hasta el punto que en el cuento de Asimov “What is this thing called love?” unos
alienígenas no consideraban que hombres y mujeres constituyan siquiera la misma
especie. Las diferencias en tamaño y fuerza física son las que hicieron y hacen
de tan estrafalaria la idea de la mujer soldado, de la mujer policía o mujer agente
de seguridad, pero estimo, igualmente hacen foránea la idea de la mujer
emprendedora, mujer jefe, mujer líder. He observado una tendencia hacia esperar
que las mujeres líderes luzcan en forma, sean fuertes y escondan cualquier
muestra de debilidad que pueda resultar de asuntos tan naturales como el
periodo de menstruación, el embarazo o la práctica de usar
tacones altos. La debilidad y la queja son actitudes consideradas femeninas,
opuestas la resistencia y estoicismo masculinos. Cuando una mujer demuestra
estos últimos dotes, gana crédito inmediato, aunque no tenga nada que ver con
su trabajo, mientras que el hombre que no los demuestre es inmediatamente
vilificado. Este vilipendio, no es sorpresa, adopta la forma de un
cuestionamiento a su masculinidad, por lo que cuando un hombre se comporta de
una manera considerada ñoña no se le llama niño sino niña, pussy o algo por
el estilo.
Quiero
cerrar la triada de las conductas femeninas vs masculinas para explicar cómo
cuando una mujer evidencia que tiene una conducta de las consideradas
masculinas, inmediatamente es valorada de manera más positiva que el resto de
sus congéneres. Sin explayarme en el tema, diré que una mujer “discreta”, se
valora mucho más que una chismosa, mientras que una mujer “leal”, se valora
mucho más que una delatora oportunista. Eso es tan evidente que pudiéramos argumentar
que no depende si quiera del género. Yo lo que señalaba es que las conductas
consideradas negativas (chisme y delación), son también consideradas
esencialmente femeninas. Ahora bien, para profundizar en el tema de la fuerza
que pienso que lo dejé un poco suelto, habrá que preguntarse si el hecho de que
una mujer se muestre físicamente fuerte le asigna mayor valor. Si tal premisa
es cierta, entonces, por cuestiones hasta endocrinas (testosterona), daríamos
valor a un modelo que la mayoría de mujeres objetivamente no podrían alcanzar y
sometiendo, oh Dios, como siempre, a
la mujer a estándares de imposible cumplimiento.
El
mejor ejemplo de esta valorización de lo fuerte (es decir, lo masculino) en
contraposición, ni siquiera a lo débil, sino a lo no tan fuerte (lo femenino),
lo tenemos en la manera en la cual es relatada la historia de las guerras. En
un documental acerca del feminismo en Latinoamérica que penosamente no he
podido encontrar en YouTube, recuerdo a creo que Marta Lamas hablar del rol de
la mujer en las luchas de emancipación mexicana. Ella comentaba que de las
“Adelitas” o soldaderas se resaltaba el papel luchador como un elemento
dignificante. De allí extendía el argumento para expresar que efectivamente las
mujeres que han pasado a la historia han sido supermujeres que se asemejaron a
los hombres. Opuesto ha sido el destino del grueso de las mujeres que
participaron en la contienda, como si sus contribuciones fueran triviales simplemente
por no ocupar el frente de batalla. Lamas se pregunta en qué medida hubiera sido
posible la revolución mexicana si entre enfrentamiento y enfrentamiento no
hubieran existido “batallones” de mujeres que cocinaban la comida de los
soldados, lavaban su ropa, hacían las tiendas, cuidaban a los heridos, etc.
Evidentemente que el ejército no hubiera
sobrevivido más que unos días sin ellas, pero producto de cómo se cuenta
la historia, no han pasado a la posteridad los nombres de las líderes de
aquella época y lo más que podemos hacer es rememorarlas como un colectivo,
mucho más lejano, anónimo y opaco que cualquier pequeño héroe masculino.
Un
ejemplo actual de esa valorización de lo fuerte y aguerrido puede apreciarse en
una lista que hace poco me llegó por Facebook de mujeres que “cambiaron la
historia”. La lista es ciertamente incompleta y se limita en muchos casos a presentar
mujeres anónimas cuya única contribución era hacer algo considerado masculino. http://news.distractify.com/people/powerful-photos-of-women/ (portar un arma,
o andar con las piernas afuera). En cambio, la lista http://www.emlii.com/9146884/31-Most-Inspiring-Women-Who-Changed-The-World sí presenta
mujeres protagonistas que por su influjo han podido resaltar como figuras
propias, siendo recordadas por sus contribuciones y no porque se asemejaron a
los hombres, sin referencia alguna a un esposo o padre. Les pido por favor
ignorar a la duquesa de Cambridge, que no sé porque rayos se encuentra en la
antedicha lista.
Un
último ejemplo de lo fuerte-masculino como protagonista en contraposición a lo
débil-femenino como subordinado quizás esté un poco forzado e intentaré
explicar por qué lo colocó aquí. Recuerdo un artículo leído hace tiempo no
recuerdo si en feminispire o everydayfeminism (tampoco he podido encontrarlo)
en el cual se explora el sexismo en las lesbianas butch. Las butch, para quien
no lo sabe, son las lesbianas que sin identificarse como hombres, eligen
asemejar su aspecto al estereotipo masculino.
La
premisa central era desmentir la noción de que por ser mujeres, las butches no presentan
actitudes sexistas o patriarcales. Pero la
autora, una lesbiana butch, hablaba de como tener novias femme (las que lucen
el estereotipo femenino) que “estén buenas”, les daba validez instantánea frente
a los hombres. En palabras de la autora, “when I show a man pictures of my current
girlfriend, it’s like getting your masculinity validated from the source”.
Aquí
lo que veo es la subordinación de las mujeres por parte de otras mujeres
consideradas más masculinas. Ejercer esta jerarquía en la relación genera
respeto inmediato. El estereotipo de las butchs es destacarse en conductas “masculinas”:
arreglar carros, disparar armas y, como vemos, objetivar (tratar como objeto) a
las mujeres que se adaptan a los estándares tradicionales de feminidad.
Ponderando
estas cosas es que he llegado a la conclusión de que las mujeres que se
asemejan al estereotipo de hombres son más valoradas y por lo tanto, tendrán
más probabilidades de evadir las arremetidas sociales, laborales, políticas, etc.,
que afectan la igualdad de las mujeres con relación a los hombres. Entiendo que
esta es una realidad que debe combatirse, ya que ninguna persona debería verse
en la necesidad de modificar su aspecto o conductas a fin de ser igualmente
valorada en cuanto a su dignidad. Esto es un derecho que le corresponde por el
mero hecho de ser persona y creyendo esto firmemente propongo la siguiente idea
de lo que opino es el ideal feminista.
3. Ideal feminista en el mundo actual
 |
http://www.huffingtonpost.com/2014/01/17/lego-ad-1981_n_4617704.html |
Para
expresar lo que significaría un auténtico feminismo en sentido lato, tengo a
bien transcribir las palabras de una inefable amiga a quien estimo y respeto en
demasía:
“No tenemos que
ser iguales para tener el mismo valor. Hay
un impulso que proviene del
individuo como tal que no depende de ser hombre o mujer. Puedo ser súper fuerte
o una mujer débil y seguiré siendo yo misma. Cada género, por su constitución
física o mental, tipo y frecuencia de intereses y necesidades hace de la interacción
humana lo que es. Así como no es saludable homogeneizar a las personas, tampoco
lo es homogeneizar los géneros borrando sus diferencias como si las diferencias
fueran negativas. La auténtica igualdad estará en igualdad del derecho a decidir
ser como quieres ser.
Entiendo que
hombres y mujeres serán diferentes sin importar su crianza. Yo fui educada de
una manera que combatía directamente los roles de género estereotipados y
cuando crecí me incliné más por el lado considerado femenino sin que vea en esto
un fracaso. ¿Por qué he de sentirme mal de pedirle a un hombre que haga algo
físico, aunque yo lo pueda hacer con mayor trabajo? Yo me siento mucho más
inteligente que mis amigos masculinos en muchas cosas y tampoco por ello me siento
superior o que valgo más.
Finalmente, creo
que el problema radica en que hay relaciones tan estandarizadas en el
pensamiento humano que es casi imposible separarlas aunque sepamos que no están realmente relacionadas. El
ejemplo más funesto es el color de piel con la pobreza. Pienso, con relación a
la valoración de lo masculino que las habilidades masculinas se consideraron más
preponderantes en la construcción de las naciones (Guerra de Independencia, de
Restauración, Guerra de Abril…) y que por eso todavía se asocia masculinidad
con importancia, sin que haya ninguna razón actual para hacerlo.
Estas ideas fueron
tomadas en una conversación telefónica mientras le comentaba mi deseo de
escribir este artículo y me parecieron coincidir perfectamente con lo que
quería expresar. Me permito, simplemente, añadir a los postulados de mi
brillante amiga, que esta presunción de valía que tiene lo masculino
prevalecerá hasta que se revalorice la superestructura social (costumbre,
instituciones, vínculos) de cara a la infraestructura (conquista, construcción,
control). Parafraseando a Ortega en la Rebelión
de las Masas, las conductas masculinas establecen fronteras, zonas de control;
mientras que las femeninas crean sociedades incluso capaces de traspasar dichas
fronteras. Si bien en estos tiempos debemos cuidarnos de atribuir cualquier
efecto a la feminidad a riesgo de sonar extra-simplificadores, pues femineidad
y masculinidad oficialmente no existen
más que como un maniqueísmo dentro de la humanidad, entiendo que de manera
objetiva Ortega tenía razón, amen que esto no implique o asuma que una mujer
para sentirse mujer deba ser conciliadora en lugar de conquistadora.
Siguiendo
la línea anterior, quiero resumir la idea que motivó este trabajo de la
siguiente manera: Toda narrativa vital es igual de válida y toda conducta o actitud ES HUMANA, más
que esencialmente femenina o masculina. Ser feminista en el sentido lato significará
que la mujer que aspira a ser madre y la que aspira a destacarse exclusivamente
a nivel profesional no son ni mejores ni peores por esas aspiraciones que las
que aspiran a ser sacerdotisas, las que usan maquillaje, las que abandonaron
los tacos, las que disfrutan ser mimadas, etc. Igual pasará con los hombres en
todas sus conductas y actitudes y con todas las demás personas que no se
sienten cómodos cayendo bajo una de las dos categorías asignadas al nacer o al
menos, con aquella que le asignaron sin su consentimiento. Lo importante ES SER y tu forma de ser deberá
evaluarse de acuerdo a criterios que no examinaremos aquí, pero que ciertamente
tienen todo que ver con la substancia y nada con los accidentes.