Conversaciones con mi fe
Después de leer la
Palabra, la cual disfruto esporádicamente gracias a la revista “Rayo de Luz” (aprovecho
para agradecer a los comentaristas de dicha publicación por sus valiosísimas
reflexiones que tanto me han ayudado a reflexionar por mi mismo), siempre me
surge una motivación especial que me ayudan a enfrentar con “honor y gallardía
los retos de cada nuevo día”, pero puedo decir que lo que más me despierta la
lectura de la Palabra son preguntas, motivadas en esencia porque he optado por
vivir reflexivamente en el mundo de hoy.
Eso de vivir
reflexivamente es de los aspectos que más me agradan de mi personalidad. Para
ponerles un ejemplo, mientras escribo es domingo y son casi las 5:58 de la
tarde. Por alguna razón, o por muchas, me ha costado un esfuerzo indecible
sentarme a escribir este artículo. Por igual, cuando no me encuentro abstraído
en alguna idea, siento un apuro hasta irracional que me informa que el día se
está agotando y que el tiempo no va a ser suficiente para hacer las miles de
cosas que quisiera haber terminado ayer. Me parece que una persona inflexiva
padece estos males, mientras que yo reconozco que me afligen y entiendo, al
menos superficialmente, sus causas: Primero, es connatural al ser humano que le
sea difícil empezar cualquier proyecto, de la misma manera que en el mundo
físico es difícil cambiar el estado inercial de la materia. Para ambos hace
falta energía, pero a diferencia de las ecuaciones newtonianas, el ser humano
no presenta idénticos resultados ante idénticos estímulos, aun en idénticas
condiciones. Por ejemplo, en este momento me encuentro inspirado, pero como el
lapicero es muy lento para alcanzar a la mente se ve olvidan algunas ideas
antes de poder escribirlas. Este momento de pausa me ha permitido darme cuenta
que tengo hambre, y ya que dejaré de trabajar para ir a comer, me pregunto que está
haciendo mi novia. En eso ya he pasado 4 minutos pensando en lugar de escribir,
etc. Toda esa multiplicidad de ideas es producto de una mente diseñada (o que
evolucionó), para realizar múltiples procesos a la vez –Pausa para comer.
Retorno–. De manera que pienso que nuestra capacidad de concentración está
dormida y que para activarla requerimos de una férrea disciplina y una práctica
constante que nos haga mejores.
Por otra parte, la
prisa es subproducto de una mente atribulada por anhelos de alcanzar una imagen
personal de eficiencia y rapidez en la producción, tanto material como intelectual,
sin comprender –a menos que se haga un esfuerzo consciente– los naturales
procesos de maduración que las ideas y acciones deben agotar. Así como en el
mundo actual nos gusta que todo sea conveniente, rápido y completo, así creemos
que nos gustaría ser: ricos, exitosos, fuertes, controlados, famosos, imitados,
expeditos, infalibles…, lo cual nos causa un profundo malestar existencial,
porque en realidad, como seres humanos, estamos limitados en el tiempo y el
espacio: nuestro aprendizaje toma años, nos da sueño, somos esclavos del
capricho (“no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero”. Romanos 7,
19), no podemos controlar lo que hacen o piensan los demás, etc. En fin,
queremos estar repletos y completos en nuestra existencia desde este momento,
sin entender que posiblemente nunca llegemos a ser como nos visualizamos. Estos
anhelos pueden que quizás se deban a que vemos muchas historias en televisión y
tenemos demasiados ejemplos que seguir, los cuales, buenos o malos, son
personas a las que aspiramos ser sin ser nosotros. Tenemos demasiada
información para digerir, de la cual construimos nuestro yo ideal y en la vida,
mientras intentamos alcanzarlo nos duele fracasar y sobretodo, nos duele que
sea imposible no fracasar.
Ante tales
tribulaciones, encuentro sosiego al pensar en frases como “las cosas del amor se
hacen con tiempo”, “el tiempo se venga de las cosas que se hacen sin su
colaboración” y “el aprendizaje no se cuantifica por libros leídos, sino por
ideas incorporadas que dieron paso a ideas propias”. Sólo pausas forzadas y
meditadas me permiten mantener la cordura.
Pero bien, ¿Cuándo
“conversaremos con la fe”? Para no hacer esto sobre mi, sino sobre mis
preguntas, plantearé ideas o “hechos” de incidencia religiosa y empezaré a
elucubrar respecto a que significan para mí y que interrogantes me plantean.
Hoy hablaré de San
Juan 20, 11-18. En estos versículos nos enteramos que una mujer fue la primer
testigo de la Resurrección y la mensajera de Jesucristo para llevar la buena
nueva a los que se suponían más cercanos a él, los apóstoles. Ya eso basta para
escribir un libro, pero en consideración a mi escaso conocimiento, no planeo
extenderme mucho. Primeramente, en este pasaje es que Jesús atina a decir “no
me toques” (“Noli me tangere”) y
muchas personas, especialmente en estos nuevos tiempos, gustan de imaginar una
historia de amor entre Jesús y María Magdalena. Por favor, que eso no los
distraiga de los dos puntos que trataré a continuación:
¿Son las mujeres
primeras en la fe? Mi impresión, aunque la misma puede estar viciada por mi demografía,
es que las mujeres son creyentes más
fervientes o feligreses más devotas. ¿Por qué? Miles de posibles razones. En
general, las mujeres tienen fama mundial de ser más espirituales, lo que en la
dialéctica occidental puede traducirse en que son más “irracionales” o más
dadas a involucrarse en “creencias paganas o heréticas”. Esto puede deberse a
su carácter, el cual encuentro empíricamente más subjetivo que el de los
hombres, pero también puede ser que fruto de la subyugación histórica y
constante del sexo femenino, las mujeres se “sometan” más cómodamente a la idea
de un ser superior que las mande, las recompense o castigue. Por otra parte, puede
ser que el sexo masculino haya desarrollado, o “venga de fábrica” con un ego
superior al de la mujer y un sentimiento de autosuficiencia y poder que les
aleje de la humildad consustancial a la religión, a la vez que les proporcione
la autoestima necesaria para obtener buenas parejas. Esto me lleva a
preguntarme si el patriarcado es inexacto o incorrecto como forma de organización
social. Me explico. ¿Es más propensa, en su naturaleza, la mujer a la
obediencia, o fue que durante la instauración del patriarcado su espíritu fue
vencido?, lo cual, de ser así, es un crimen de la misma magnitud que la
esclavitud.
Volviendo al tema
del encuentro con Jesús resucitado, ¿fue el hecho de encontrarse con María
Magdalena y su encomienda de comunicar su Resurrección a los apóstoles, parte
de la campaña de Jesús para reivindicar a los excluidos de la sociedad? Si tal
es el caso, ¿Qué pasó con el cristianismo? Si bien la religión cristiana se
propagó apresuradamente por el imperio romano, en el mundo no alcanzó a calar
la idea de justicia social tan consustancial a su doctrina sino hasta inicios
del siglo XX (paradójicamente, siendo el comunismo ateo su representación más
poderosa), ni tampoco hubo voto femenino hasta la mitad de dicha centuria (por
igual, gracias al trabajo de las sufragistas, no del Vaticano). Si todos los
gobiernos de occidente tienen bases cristianas, ¿por qué las ideas del
cristianismo no parecen permear las políticas de los gobierno? Y si es verdad
que todos somos iguales en dignidad, igual de hijos de Dios, ¿por qué hombres y
mujeres preferimos ser liderados por hombres? Relativo a lo anterior, ¿por qué
al día de hoy la Iglesia Católica no permite sacerdotisas? ¿Es el criterio que
los apóstoles hayan sido exclusivamente del sexo masculino suficiente para
justificar que según el plan divino, sólo los hombres pueden ser vicarios de
Cristo? ¿No nos dice nada al respecto la intervención protagónica y primordial
de María Magdalena? Esas no son preguntas cuyas respuestas me corresponden,
pero en criterios prácticos, sí pienso que es más difícil exaltar a la mujer
hasta el nivel cuasi sobrehumano que buscamos en los líderes. Siendo tal mi
impresión, no dejo de preguntarme ¿por qué es tan difícil? Y más importante
aún, ¿por qué buscamos líderes sobrehumanos? O todavía más punzante, ¿por qué
buscamos líderes en primer lugar?
Como expresaba, estas
preguntas no han sido planteadas para buscarles respuestas apresuradas y no
niego que su debate excede mis limitadas facultades, pero, a modo de conclusión,
me gustaría agregar que es innegable que el ser humano sufre su existencia y
busca salvación en forma de salvadores. Lo peor de todo esto es que a medida
que aumenta el deseo de salvación, disminuye también el deseo de participación
en la salvación. Sin pretender una herejía “fui salvo por la gracia” me suena
mucho peor a “fui salvado por la penitencia, la caridad y el amor”. A protestantes
y católicos que discutan sobre que tan omnipotente es Dios y que tan autónomo
es el hombre, yo, la próxima vez que nos veamos, ya habré pasado a otro tema.
Dicen que las personas buscamos creer en la idea de un Dios porque no somos capaces de soportar la idea de que quizás estamos solos en el mundo, y que todo el concepto de un ser superior es la respuesta de la humanidad a sus crisis existenciales.
ResponderEliminarAlgunos entiendo que esta creación deriva de mentes débiles, que no son capaces de aceptar una realidad que no comprenden. Yo creo, personalmente, que se trata de mentes sensibles; que no es lo mismo que débiles, que están expuestas al dolor de la injusticia del mundo en que vivimos. Si bien esta exposición es una debilidad, la solución es para el creyente una coraza aun mas fuerte que la de aquel que ha decidido creer solo en si mismo.
Y que bueno que tuve que mencionar la palabra justicia pues eso me lleva a mi siguiente comentario, totalmente espontáneos, pero quise compartir. Cuando hablas de justicia social citas el comunismo como su representación mas poderosa, afirmación que resulta correcta, sin embargo que unas la idea de justicia social con el cristianismo me parece inexacto; de acuerdo con mi visión de la religión. El cristianismo, la religión, no proponen la búsqueda de justicia social, proponen una actitud que promueva la justicia social y no es lo mismo. Me explico; las actitudes son personales, el comunismo es intento utópico de poder alcanzar la justicia, es imponer, es coartar la libertad. Dios nos ha hecho libres para que elijamos el mejor camino, no para que este nos sea impuesto, ya por de nuestras elecciones seremos juzgados. Dios jamás dice que en el mundo terrenal se hallará justicia; Dios sabe que el sensible, dispuesto a creer, sufrirá injusticias en carne viva; Dios le da las herramientas para luchar con ese sufrimiento, promete darle descanso a su alma cuando se busque de él y descanso eterno al creyente solo a su llegada al reino del cielo. Es sutil la diferencia, pero existe.
Gracias, Paloma Grullón, a la distancia de un lustro que por negligencia y olvido me había alejado de responderte, no puedo más que sonreir, maravillado, de la lucidez que siempre has mostrado, desde tus "años mozos". Sí, creo que tienes mucha razón en este punto y que la vivencia del cristianismo como doctrina no sólo teológica (existe Dios o no), sino también moral, implica una actitud hacia la justicia social, pero derivada de las ideas de un Dios como padre-madre de todos (pues la idea tradicional de los roles son: padre corrige, madre consuela y Dios juega ambos en la Biblia, así que nada de exclusivismos), una idea desarrollada por Cristo, no derivada de las escrituras ni del Antiguo Testamento ni en ningún libro del Nuevo excepto en los Evangelios.
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