Who will do it?
Una reflexión
acerca de qué pasaría mañana, si esta noche triunfa la Revolución.
Viendo
uno de los videítos de aquel filosofo vapuleado por todos mis amigos, pero a
quien considero no obstante, un agudo desentrañador de las ironías de nuestros
afanes tanto cotidianos como trascendentes, Zizek, me llamó poderosamente la
atención algo que dijo acerca de “Podemos”. “Si esta noche triunfa la Revolución, ¿qué
pasaría mañana?”
Meses
luego, en una conversación con mi amigo Juan Bierd Ventura, el tema surgió nuevamente
para convertirse en un debate breve acerca de cómo debería ser la persona que
hiciera posible esa vida gloriosa post revolucionaria, o en términos más
propios de la ideología, ¿cuál sería el tipo de hombre necesario para “hacer la
revolución”? Entendiendo ambos que la huida del opresor local era solo el comienzo
y quedaba la tarea de construir una sociedad a la altura del ideal
revolucionario.
Preparándome
para un concurso de poesías, esta idea me llevo a escribir un pequeño largo
poema medio pedromiresco llamado “Se busca” que podrán encontrar al final de
este artículo. Lo consideré una obra de lo más satisfactoria, pero el único
amigo a quien se lo leí lo único que me dijo fue que le pareció muy largo. Como
yo también conozco en carne propia la impaciencia de la neurosis actual, lo
tomé como justa crítica y convencido de que el poema nunca echaría raíces, lo
descarté a los rincones del olvido, allí donde acabaron sus días muchos buenos
poemas que había grabado en el grabador de voz de mi celular y que perdí para
siempre antes de ayer, cuando se le dañó el sistema operativo. Fue realmente
como perder viejos juguetes que creías guardados en un baúl de tu habitación
infantil.
Bueno,
finalmente el viernes 18 de septiembre de 2015, me decidí escribir este articulito.
Resulta que después del trabajo busqué mi coche en el taller y me dirigí al
cine a ver una película dominicana “Algún lugar”, un filme entretenido y
nostálgico acerca de 3 jóvenes colegiales de Santiago que recorren el país para
que uno de ellos pueda despedirse de su novia que se marcha a vivir en Nueva
York y presentemente está visitando a su abuela en Pedernales. No es una
película llena de mensajes, sino una hermosa producción con buena cinematografía
y sabor a simbolismo. Cuando llegué a casa como a las 9PM vi que en el
escritorio estaba “La rebelión de las masas” de Ortega y Gasset, libro en el
cual había dejado muchas páginas marcadas para escribir otro artículo, pero este
fin de semana septembrino me pareció apropiado para consagrarlo a la
intelectualidad con miras locales y escribir Who will do it? con sazón de Ortega y Gasset. Después de haberme
preparado una salchicha con miel al microondas, acompañada de alubias en
conserva y platanitos fritos finitos, escribo las primeras líneas.
Les
adelanto que no tuve que transcribir ningún fragmento de la Rebelión de las
Masas porque encontré el libro completo en esta página web:
https://filosofiauacm.files.wordpress.com/2010/02/jose_ortega_y_gasset_-_la_rebelion_de_las_masas.pdf Espero que lo
disfruten igual que yo.
¿De qué rayos
estamos hablando?
Es
por todos conocido que desde siempre y hasta ahora, el ser humano ha vivido
apesumbrado por la situación de indignidad en la cual lo colocan aquellos que
tienen el mando en la sociedad.
Ya
lo dijo Jean Jacques Rousseau “el hombre nació libre, pero en todas partes está
encadenado”. El general liberiano Joshua Milton Blahyi, mejor conocido como
“Buck Naked”, atribuye su conversión al cristianismo a que después de la guerra
Jesús se le apareciera y le dijera “¿si eres un rey, porque vives como esclavo?”.
Resulta que aun siendo caudillo inmisericorde en la guerra nacional de Liberia,
Buck Naked se sentía esclavo como muchos de nosotros, esclavo del pecado y
también de los deseos de políticos tan sanguinarios que la mente dominicana no
es capaz de concebirlos.
Empero,
no es provechoso digregar demasiado. ¿Quiénes son los que ostenta el mando y
colocan en indignidad a sus congéneres? Ortega era muy claro al decir
Pág.
89: El mando es el ejercicio normal de la autoridad. El cual se funda siempre
en la opinión pública -siempre, hoy como hace diez años, entre los ingleses
como entre los botocudos-. Jamás ha mandado nadie en la tierra nutriendo su
mando esencialmente de otra cosa que de la opinión pública.
Si
bien hoy más que nunca el dinero es una fuente de poder imprescindible para
ejercer el mando, el dinero también es un accesorio fácilmente alcanzable una
vez el mando es ejercido. Sino pregúntenles a los regidores más humildes del
municipio más pobre cómo lograron cambiar su suerte en la medida que cierto
liderazgo social se convirtió en mando institucional.
En
República Dominicana identificamos el mando como ejercido por la clase
política, independientemente de banderías, siendo todos miembros de la misma
asociación de malhechores. El liderazgo sobre otros hombres, aunque sea nacido
por el interés de esos servidores de servirse de quien siguen, los coloca a la
vez en el mando de instituciones. Créanlo o no mis amigos anarcosindicalistas,
las mentes humanas, especialmente aquellas adoctrinadas en estructuras de
jerarquía, sea un adoctrinamiento sofisticado o no, reconocen las instituciones
y las obedecen, atribuyéndoles una fuerza que éstas no tienen.
Junto
a quienes ostentan el mando institucional, identificamos cada vez con mayor dificultad
a los propietarios del capital, aquellos que gozan de las belles fortunes, las cuales están ocultas a los ojos dominicanos
más que por corrupto envelamiento, por una especie de marcado anonimato mediático.
Dirán
los teoricoconspiracionistas que existe una especie de contubernio entre el
capital y el mando político. El capital le ha dicho a los políticos, que en su
gran mayoría provienen de la baja pequeña burguesía pobre, “tu mandas y yo
mando, solo que ni me menciones y yo, ni te molesto”. Recordemos lo que decía
Leonel cuando ganó la reelección en el 2012, ante la pregunta de que si ahora
que se reelegía iba a poder hacer el gobierno que prometió: “solo si los
poderes que gobiernan y están por encima del presidente me lo permiten”.
Para
mí eso fue pura patraña, pues los poderes que gobiernan son todos y uno solo.
Sus intereses son similares, aunque nunca se hayan puesto de acuerdo. Ahora
bien, parece que en República Dominicana sí se pusieron de acuerdo, porque a
diferencia de lo ocurrido en otros países de la región donde la clase política
ha antagonizado abiertamente con la clase empresarial, en nuestro pacifico
terruño no ha hecho falta señalar ningún enemigo. Han bastado las promesas de
bienestar futuro aparejadas a dádivas presentes para movilizar a la población
votante, sin tener que darle explicaciones respecto a su indignidad actual.
Ahora
bien, la adscripción de cualidades negativas a una persona por la posición que
tiene en la cadena de producción o el trabajo que desempeña dentro de la
jerarquía estatal, no es correcto. Eso sería recaer sobre la errónea
discriminación por castas. Incluso, no podría decirse con absoluta seguridad
que los “hijitos de papi y mami” sean culpables de su particular bonhomie, pues han hecho falta papis y
mamis para hacerlos quienes son. La verdadera pregunta no es quienes son
nuestros enemigos, para hacer Patria sin ellos, sino ¿cómo podemos hacer Patria con todos?
La
verdad pienso que esto es imposible. En lo que sí estoy claro es que los enemigos de la dignidad no son ni los
ricos, ni los políticos, ni los yanquis, ni los sindicalistas, ni los médicos
que hacen huelga, ni los Vincho, ni nadie en particular. Los enemigos de la
dignidad son los enemigos de la dignidad, independientemente que posición
ocupen. Por sus frutos los conoceréis.
¿Qué es la
indignidad?
Descendiendo
un poco respecto al tema que nos convoca, ¿qué es ser el humano objeto, el
hombre cosa, la persona impersonal? Pueden ver este articulito que escribí al
respecto: (http://gentedeotrosiglo.blogspot.com/2014/05/despertando-en-el-medio-de-la-noche.html). Respecto a la dignidad,
digamos lo siguiente: El ser humano es un sujeto sujetado, preso de múltiples
maestros voluntarios e involuntarios: La muerte, el hambre, el deseo, los
celos, etc. La dignidad social radica en que en la medida que entras en
servidumbre, que la misma sea lo más voluntaria posible y que dicha servidumbre
te beneficie a ti, aunque sea en medida similar a como beneficia a otros. Dice
Ortega y Gasset.
Pág.
161: Servir es llenar nuestra vida de actos que tienen valor sólo porque otro
ser los aprueba o aprovecha. Tienen sentido mirados desde la vida de este otro
ser, no desde la vida nuestra. Y esta es, en principio, la servidumbre: vivir
desde otro, no desde sí mismo
Me
gusta mi ejemplo personal. Soy empleado de una gran empresa, entré en
servidumbre. Allí me desvelo como un forajido que juega su vida robando ganado
para beneficiar a mis empleadores, pero lo hago porque quiero. Primero, si
mañana me botan, me vuelvo tranquilamente donde mis padres en Santiago y
empiezo a trabajar con mi madre que de hecho, es abogada. Eso es dignidad. Alguien
que trabaje tanto como yo, pero que si pierde su trabajo, no es que “le vaya
mal”, es que se moriría de hambre, eso es indignidad.
Siguiendo.
Mi trabajo es muy duro y la remuneración no es tan alta como otros puestos
similares en el mercado. Sin embargo, tiene el beneficio adicional de que es
muy interesante y me permite formarme a mí mismo en la carrera que elegí, por
lo que gran parte de su emolumento tiene forma inmaterial. El trabajo
interesante es una satisfacción en sí mismo y a la vez, en otras
circunstancias, puede convertirse en fuente de emolumento monetario superior.
Eso es dignidad. Una persona cuyo trabajo sea permanecer despierto 12 horas corridas
cuidando un local, no recibe ninguna retribución aparte del salario y si este
es bajo y no le permite justificar el trabajo en su vida, eso es indignidad.
No
estoy diciendo que hoy mismo tenemos que aumentar los salarios de los
guachimanes, ahí nos quedamos en el accidente y pretendo hablar de la sustancia.
Digo que vivimos en indignidad en la
medida que el guachimán se hace cada vez más necesario. La seguridad
privada es para quienes tienen enemigos. En una sociedad como la nuestra, de
profunda indignidad, parece que todos los indignados nos convertimos lentamente
en enemigos.
¿Y cómo se acaba
la indignidad?
Saltemos
unos cuantos pasos, pues tal es el objeto de nuestro artículo. Si mañana todos
quienes ocupan el mando se marchan del país, a Miami, Suiza o Bélgica o Paris;
esos destinos de haut culture donde
viven todos los dictadores; si eso ocurre, en mi opinión, viene samba landó
otra vez:
Mi
padre siendo tan pobre, dejó una herencia fastuosa: “para dejar de ser cosas -dijo
con ánimo entero- ponga atención, mi compadre, que vienen nuevos negreros"
Samba
landó, samba landó Qué tienes tú que no tenga yo
Pienso
que dentro de los que nos quedemos en la patria abandonada por miles y miles de
funcionarios y terratenientes, mañana mismo se erguirán nuevos negreros.
¿Por
qué sucede esto? Precisamente porque si bien Republica Dominicana es una unidad
geográfica, no es una unidad nacional,
no es un país. Me comentaba un profesor: “”ya entendí porque dicen que
fulanita se fue para los países. Es que esto no es un país”.
En
nuestro pedazo de tierra entre aguas, los ricos y los pobres habitan espacios
completamente diferentes. En Bélgica, Noruega y hasta el mismo Estados Unidos,
el más desigual de los países desarrollados, al menos ricos y pobres caminan
por las mismas calles, montan el tranvía, comen la misma porquería. En RD, los
ricos, los medio-ricos, los clase media…, ninguno ni siquiera camina. Atrapados en sus islas de seguridad, el
país les parece cada vez más hostil, y tienen razón.
Ortega
tiene unas reflexiones interesantísimas acerca de lo que es una nación, las
cuales me tomo la osadía de transcribir. Las mismas no se refieren precisamente
a las diferencias entre ricos y pobres, sino más bien entre distintas etnias y
lenguas. El paralelismo es apropiado, pues es bien sabido que generalmente los
ricos y los pobres tienen distintos colores de piel y hablando español,
pareciera que hablaran distintos idiomas:
Pág.
113: Como siempre acontece, también en este caso una pulcra sumisión a los
hechos nos da la clave. ¿Qué es lo que salta a los ojos cuando repasamos la
evolución de cualquiera «nación moderna»? -Francia, España, Alemania-.
Sencillamente esto: lo que en una cierta fecha parecía constituir la
nacionalidad aparece negado en una fecha posterior. Primero, la nación parece
la tribu, y la no nación, la tribu de al lado. Luego la nación se compone de
dos tribus, más tarde es una comarca, y poco después es ya todo un condado o
ducado o «reino». La nación es León, pero no Castilla; luego es León y
Castilla, pero no Aragón. Es evidente la presencia de dos principios: uno,
variable y siempre superado -tribu, comarca, ducado, «reino», con su idioma o
dialecto-; otro, permanente, que salta libérrimo sobre todos esos límites y
postula como unidad lo que aquél consideraba precisamente como radical
contraposición.
Pág.
113: Para explicarnos cómo se han formado Francia y España, suponen que Francia
y España preexistían como unidades en el fondo de las almas francesas y
españolas. ¡Como si existiesen franceses y españoles originariamente antes de
que Francia y España existiesen! ¡Como si el francés y el español no fuesen,
simplemente, cosas que hubo que forjar
en dos mil años de faena!
Pág.
114: No ha sido la previa comunidad de sangre, porque cada uno de esos cuerpos
colectivos está regado por torrentes cruentos muy heterogéneos. No ha sido
tampoco la unidad lingüística, porque los pueblos hoy reunidos en un Estado
hablaban, o hablan todavía, idiomas distintos. La relativa homogeneidad de raza
y lengua de que hoy gozan -suponiendo que ello sea un gozo- es resultado de la
previa unificación política. Por lo tanto, ni la sangre ni el idioma hacen al
Estado nacional; antes bien, es el Estado nacional quien nivela las diferencias
originarias del glóbulo rojo y su articulado. Y siempre ha acontecido así.
Pocas veces, por no decir nunca, habrá el Estado coincidido con una identidad
previa de sangre o idioma. Ni España es hoy un Estado nacional porque se hable en
toda ella el español ", ni fueron Estados nacionales Aragón y Cataluña
porque en un cierto día, arbitrariamente escogido, coincidiesen los límites
territoriales de su soberanía con los del habla aragonesa o catalana. Más cerca
de la verdad estaríamos si, respetando la casuística que toda realidad ofrece,
nos acostásemos a esta presunción: toda unidad lingüística que abarca un
territorio de alguna extensión es, casi seguramente, precipitado de alguna
unificación política precedente. El Estado ha sido siempre el gran truchimán.
Hace mucho tiempo que esto consta, y resulta muy extraña la obstinación con
que, sin embargo, se persiste en dar a la nacionalidad como fundamentos la
sangre y el idioma. En lo cual yo veo tanta ingratitud como incongruencia.
Porque el francés debe su Francia actual, y el español su actual España, a un
principio X, cuyo impulso consistió precisamente en superar la estrecha
comunidad de sangre y de idioma. De suerte que Francia y España consistirían
hoy en lo contrario de lo que las hizo posibles.
Pág.
116: El Estado es siempre, cualquiera que sea su forma -primitiva, antigua,
medieval o moderna-, la invitación que
un grupo de hombres hace a otros grupos humanos para ejecutar juntos una
empresa. Esta empresa, cualesquiera sean sus trámites intermediarios,
consiste a la postre en organizar un cierto
tipo de vida común. Estado y proyecto de vida, programa de quehacer o
conducta humanos, son términos inseparables. Las diferentes clases de Estado
nacen de las maneras según las cuales el grupo empresario establezca la
colaboración con los otros.
Pág.
117: Pero los pueblos nuevos traen una interpretación del Estado menos
material. Si es él un proyecto de empresa común, su realidad es puramente
dinámica; un hacer, la comunidad en la actuación. Según esto, forma parte
activa del Estado, es sujeto político, todo el que preste adhesión a la empresa
-raza, sangre, adscripción geográfica, clase Social, quedan en segundo
término-. No es la comunidad anterior, pretérita, tradicional o inmemorial -en suma, fatal e irreformable-, la que
proporciona título para la convivencia política, sino la comunidad futura en el efectivo hacer. No lo que fuimos ayer, sino lo
que vamos a hacer mañana juntos, nos reúne en Estado. De aquí la facilidad
con que la unidad política brinca en Occidente sobre todos los límites que
aprisionaron al Estado antiguo. Y es que el europeo, relativamente al homo antiquus, se comporta como un
hombre abierto al futuro, que vive conscientemente instalado en él y desde él
decide su conducta presente
Pág.
117: Es curioso notar que al definir la nación fundándola en una comunidad de
pretérito se acaba siempre por aceptar como la mejor la fórmula de Renán,
simplemente porque en ella se añade a la sangre, el idioma y las tradiciones
comunes un atributo nuevo, y se dice que es un «plebiscito cotidiano». Pero ¿se
entiende bien lo que esta expresión significa? ¿No podemos darle ahora un
contenido de signo opuesto al que Renán le insuflaba, y que es, sin embargo,
mucho más verdadero? 8 «Tener glorias comunes en el pasado, una voluntad común
en el presente; haber hecho juntos grandes cosas, querer hacer otras más: he
aquí las condiciones esenciales para ser un pueblo... En el pasado, una
herencia de glorias y remordimientos; en el porvenir, un mismo programa que
realizar... La existencia de una nación es un plebiscito cotidiano.
Pág.
119: ¿No se advierte aquí el vicio gremial del filólogo, del archivero, su
óptica profesional que le impide ver la realidad cuando no es pretérita? El
filólogo es quien necesita para ser filólogo que ante todo exista un pasado;
pero la nación, antes de poseer un pasado común, tuvo que crear esta comunidad,
y antes de crearla tuvo que soñarla, que quererla, que proyectarla. Y basta que tenga el proyecto de sí misma
para que la nación exista, aunque no se logre, aunque fracase la ejecución,
como ha pasado tantas veces. Hablaríamos en tal caso de una nación
malograda (por ejemplo, Borgoña). Con los pueblos de Centro y Sudamérica tiene
España un pasado común, raza común, lenguaje común, y, sin embargo, no forma
con ellos una nación. ¿Por qué? Falta sólo una cosa que, por lo visto, es la
esencial: el futuro común. España no supo inventar un programa de porvenir
colectivo que atrajese a esos grupos zoológicamente afines. El plebiscito
futurista fue adverso a España, y nada valieron entonces los archivos, las
memorias, los antepasados, la «patria». Cuando hay aquello, todo esto sirve
como fuerzas de consolidación; pero nada más
Pág.
124: Todo el mundo percibe la urgencia de un nuevo principio de vida. Mas -como
siempre acontece en crisis parejas- algunos ensayan salvar el momento por una
intensificación extremada y artificial precisamente del principio caduco. Este
es el sentido de la erupción «nacionalista» en los años que corren. Y siempre
-repito- ha pasado así. La última llama, la más larga. El postrer suspire, el
más profundo. La víspera de desaparecer, las fronteras se hiperestesian -las
fronteras militares y las económicas. Pero todos estos nacionalismos son
callejones sin salida. Inténtese proyectarlos hacia el mañana, y se sentirá el
tope. Por ahí no se sale a ningún lado. El nacionalismo es siempre un impulso
de dirección opuesta al principio nacionalizador. Es exclusivista, mientras
éste es inclusivista. En épocas de
consolidación tiene, sin embargo, un valor positivo y es una alta norma.
Pero en Europa todo está de sobra consolidado, y el nacionalismo no es más que
una manía, el pretexto que se ofrece para eludir el deber de invención y de
grandes empresas. La simplicidad de medios con que opera y la categoría de los
hombres que exalta, revelan sobradamente que es lo contrario de una creación
histórica.
La
maravillosa pluma de Ortega rellena los recovecos que no aspiro a colmar. Solo
les diré para nuestra reflexión que incluso si hoy, domingo 19 de septiembre de
2015, huyen todos y cada uno de los enemigos de la dignidad, los que quedamos no estamos de acuerdo en cual país
querremos vivir. Somos un conglomerado humano que ni siquiera conoce su
pasado, ¿cuál es el sueño que tenemos del futuro?
Para
no concluir ideas con ominosas y sombrías frases, quisiera hablar de la
sociedad posible, extirpado el cuerpo extraño que son los atormentadores. Para
ello nos trasladamos a la mente de Rawls y estilo el filme “Being John
Malkovich” intentaremos ver a través de sus ojos esa sociedad ideal. Esto fue
un pequeño chiste, ya que Rawls propuso para construir una sociedad justa un
experimento llamado “velo de la ignorancia”. El mandato es simple: Construye
una sociedad tan justa que no te preocuparía vivir en ella aunque no supieras
donde te tocaría encajar. Es decir, estás ciego respecto a tu color de piel,
los padres que te tocan, el lugar donde naciste, si fuiste el primer o decimo
hijo, etc.
Actualmente,
el tercer mundo parece haber seguido el esquema rawlsiano, pero se aventuró a
tomar el riesgo y ha querido emular la genial construcción pseudoimaginaria de
Borges en su cuento “la lotería de Babilonia”
Como todos los hombres de Babilonia,
he sido procónsul; como todos, esclavo; también he conocido la omnipotencia, el
oprobio, las cárceles. Miren: a mi mano derecha le falta el índice. Miren: por
este desgarrón de la capa se ve en mi estómago un tatuaje bermejo: es el
segundo símbolo, Beth. Esta letra, en las noches de luna llena, me confiere
poder sobre los hombres cuya marca es Ghimel, pero me subordina a los de Aleph,
que en las noches sin luna deben obediencia a los Ghimel. En el crepúsculo del
alba, en un sótano, he yugulado ante una piedra negra toros sagrados. Durante
un año de la luna, he sido declarado invisible: gritaba y no me respondían,
robaba el pan y no me decapitaban. He conocido lo que ignoran los griegos: la
incertidumbre. En una cámara de bronce, ante el pañuelo silencioso del
estrangulador, la esperanza me ha sido fiel; en el río de los deleites, el pánico.
Heráclides Póntico refiere con admiración que Pitágoras recordaba haber sido
Pirro y antes Euforbo y antes algún otro mortal; para recordar vicisitudes
análogas yo no preciso recurrir a la muerte ni aun a la impostura.
Debo
esa variedad casi atroz a una institución que otras repúblicas ignoran o que
obra en ellas de modo imperfecto y secreto: la lotería. No he indagado su
historia; sé que los magos no logran ponerse de acuerdo; sé de sus poderosos
propósitos lo que puede saber de la luna el hombre no versado en astrología.
Soy de un país vertiginoso donde la lotería es parte principal de la realidad:
hasta el día de hoy, he pensado tan poco en ella como en la conducta de los
dioses indescifrables o de mi corazón. Ahora, lejos de Babilonia y de sus queridas
costumbres, pienso con algún asombro en la lotería y en las conjeturas
blasfemas que en el crepúsculo murmuran los hombres velados
Sin
embargo, Rawls, más osado que los escépticos, dijo que la sociedad justa era
posible respetando solo tres cosas: 1)
Que a todos se les asegurarán ciertos derechos fundamentales; 2) que las características que no
tuvieran un fundamento moral no fueran relevantes a la hora de crear
diferencias entre los hombres y 3)
que siendo controladas todas las diferencias exógenas, las diferencias
endógenas entre los seres humanos fueran respetadas, pero se buscara que sus
consecuencias repercutiera sobre aquellos menos favorecidos.
¿Qué
significa esto? Los dos primeros factores buscan asegurar igualdad de
oportunidades para todos. La tercera lo que dice es que habiendo quienes nacen
con talentos que determinada sociedad valora más que otros (un genio de la
computación medraría en la India, pero probablemente sería un rezagado en el
Amazonas) y que por lo tanto, alcanzaran mayor preeminencia que sus congéneres,
deben a cambio de su buena suerte, contribuir más a la generalidad de la
población de manera que sus talentos sean para nosotros pan de vida.
Dicho
de forma simple, no todos nacemos para alcanzar 6 pies 11 pulgadas. El que Kareem
Abdul Jabar tuviera esta altura, no no tuvo nada que ver con él. No tiene
mérito por esto. Ahora bien, si se destacó sobre decenas de otros hombres de su
misma altura, por eso ganó millones de dólares. Es justo que Kareem gane sus
millones, pues así podemos disfrutar viéndolo en televisión, pero también es
justo que pague más impuestos que nosotros que a costa de nacer bajitos, a lo
más que podemos aspirar es a verlo en televisión.
En
conclusión ¿cuál es el que ha de nacer? ¿El ser humano de estos tiempos? En mi
opinión, para hacer Patria después de la salida de los atormentadores, debemos
comprometernos con la idea de una sociedad justa de acuerdo a los parámetros
rawlsianos. Nuestra elección debe ser por la libertad de acción y aspirar
solamente a que sean controlados sus efectos, pero dándonos cuenta que la libertad requiere de un sustrato mínimo
para florecer.
La
marginalidad es una forma de indignidad, heteroimpuesta en un momento por la
subyugación de unos sobre otros, pero autoimpuesta en la medida a que se debe a
un desconocimiento real de los medios para alcanzar la dignidad. ¿O acaso el
que ensucia voluntariamente el lugar donde vive no se convierte en su propio
verdugo, condenándose a vivir en la podredumbre?
La
sociedad justa de Rawls presupone que dispuestas las circunstancias para la
dignidad, todo el mundo sabrá jugar
correctamente el juego hasta donde se lo permitan sus atributos naturales y no es así. Por eso, así como no habrá
salida espontánea de los opresores, tampoco habrá emancipación espontanea de
los oprimidos. El ser humano de estos tiempos, por ende, además de todo lo
anterior, debe por hoy y para siempre, ser uno que tenga un deseo sincero de poner a otros primero.
Why do it?
Es
evidente que esto suena muy lindo. Igualdad, bien común, emancipación. Es obvio
que nunca funcionará a menos que así lo queramos hacerlo de verdad y ¿por qué
querer hacerlo? Para alguien que puede escribir articulitos el domingo en la
tarde, la sociedad funciona bastante bien. Diría que es una cuestión ni
siquiera altruista, que es una cuestión de destino para aquellos que han podido
ver la ignominia actual y una cuestión de sobrevivencia para los que, como yo,
temen la fragmentación acelerada de los que habitamos esta media isla, haciéndonos
“enemigos íntimos”. Por tal razón, aquellos ciegos a la ignominia quizás no sean
enemigos de la dignidad, pero son sus indolentes vecinos que ante un accidente,
toman fotografías antes de llamar al 911.
Respecto
a eso del destino y lo inevitable de actuar cuando se conoce la necesidad de la
actuación, Ortega tiene algunas ideas llenas de profunda vitalidad de cara a lo
que hasta ahora no ha sido más que profundo idealismo.
Pág.
40: nuestra vida es en todo instante, y antes que nada, conciencia de lo que
nos es posible.
Pág.
98: La vida humana, por su naturaleza propia, tiene que estar puesta a algo, a
una empresa gloriosa o humilde, a un destino ilustre o trivial. Se trata de una
condición extraña, pero inexorable, escrita en nuestra existencia. Por un lado,
vivir es algo que cada cual hace por sí y para sí. Por otro lado, si esa vida
mía, que sólo a mí me importa, no es entregada por mí a algo, caminará
desvencijada, sin tensión y sin «forma». Estos años asistimos al gigantesco
espectáculo de innumerables vidas humanas que marchan perdidas en el laberinto
de sí mismas por no tener a qué entregarse.
Pág.
40: llegamos a ser sólo una parte mínima de lo que podemos ser. De aquí que nos
parezca el mundo una cosa tan enorme, y nosotros, dentro de él, una cosa tan
menuda.
Pág.
99: Librada a sí misma, cada vida se queda en sí misma, vacía, sin tener qué
hacer. Y como ha de llenarse con algo, se finge frívolamente a sí misma, se
dedica a falsas ocupaciones, que nada íntimo, sincero, impone. Hoy es una cosa;
mañana, otra, opuesta a la primera. Está perdida al encontrarse sola consigo.
El egoísmo es laberíntico. Se comprende. Vivir es ir disparado hacia algo, es
caminar hacia una meta. La meta no es mi caminar, no es mi vida; es algo a que
pongo ésta y que por lo mismo está fuera de ella, más allá. Si me resuelvo a
andar sólo por dentro de mi vida, egoístamente, no avanzo, no voy a ninguna
parte; doy vueltas y revueltas en un mismo lugar. Esto es el laberinto, un
camino que no lleva a nada, que se pierde en sí mismo, de puro no ser más que
caminar por dentro de sí.
Pág.
75: El destino no consiste en aquello que tenemos ganas de hacer; más bien se
reconoce y muestra su claro, rigoroso perfil en la conciencia de tener que
hacer lo que no tenemos ganas.
Pág.
75: Podemos perfectamente desertar de nuestro destino más auténtico; pero es
para caer prisioneros en los pisos inferiores de nuestro destino.
Pág.
45: El hombre-masa es el hombre cuya vida carece de proyectos y va a la deriva.
Por eso no construye nada, aunque sus posibilidades, sus poderes, sean enormes
Pág.
75-76: Porque esta es la tónica de la existencia en el hombre-masa: la
insinceridad, la «broma». Lo que hacen lo hacen sin el carácter de irrevocable,
como hace sus travesuras el «hijo de familia». Toda esa prisa por adoptar en
todos los órdenes actitudes aparentemente trágicas, últimas, tajantes, es sólo
apariencia. Juegan a la tragedia porque creen que no es verosímil la tragedia
efectiva en el mundo civilizado.
De
modo que la tarea de crear Patria
requiere primero la inevitable tarea de crear conciencia, de hacer personas
de donde solo hubo amasijos, de imaginar futuro, donde solo hubo humo y
espejos. ¿Cómo es esto posible?
How we’ll do it?
No
tengo la más mínima idea. ¿Qué se yo, abogado litigante, pendiente a plazos y
elementos de la responsabilidad civil extracontractual, de la ebullicencia
política de Guatemala, por ejemplo? ¿Qué saben los que saben de Guatemala, algo
acerca de los síntomas de la chikunguya? ¿Que sabemos los que leemos esto, de
montar un block sobre una pared, más allá de que se monta? ¿Qué sabe el que los
monta, lo que significa la división de clases, más que lo que percibe como
factores asociados a la diferencia de apercibimientos de renta? Si es negro, ¿justifica
su suerte? Si es blanco, ¿la maldice como algo extraño? En los países pobres,
no hay blancos pobres, a menos que sean albinos. En los países ricos, hay
muchos blancos pobres, pero la gran mayoría de los inmigrantes y personas no
blancas, son pobres. Entonces, ¿Qué nación somos? ¿Quiénes somos los
dominicanos, si cada uno de nosotros no nos conocemos ni a nosotros mismos?
Como
siempre, hablando de otra cosa, de la guerra, Ortega nos ofrece una respuesta
igual de vigente para el conflicto entre los distintos sectores de la sociedad.
Pág.
134 y 135: Por desconocer todo esto, que es elemental, el pacifismo se ha hecho
su tarea demasiado fácil. Pensó que para eliminar la guerra bastaba con no
hacerla o, a lo sumo, con trabajar en que no se hiciese. Como veía en ella sólo
una excrecencia superflua y morbosa aparecida en el trato humano, creyó que
bastaba con extirparla y que no era necesario sustituirla. Pero el enorme
esfuerzo que es la guerra sólo puede evitarse si se entiende por paz un
esfuerzo todavía mayor, un sistema de esfuerzos complicadísimos y que, en
parte, requieren la venturosa intervención del genio. Lo otro es un puro error.
Lo otro es interpretar la paz como el simple hueco que la guerra dejaría si
desapareciese; por lo tanto, ignorar que si la guerra es una cosa que se hace,
también la paz es una cosa que hay que hacer, que hay que fabricar, poniendo a
la faena todas las potencias humanas. La paz no «está ahí», sencillamente,
presta sin más para que el hombre la goce. La
paz no es fruto espontáneo de ningún árbol. Nada importante es regalado al
hombre; antes bien, tiene él que hacérselo, que construirlo. Por eso, el
título más claro de nuestra especie es ser homo
faber.
Pág.
135: La guerra, repitamos, era un medio que habían inventado los hombres para
solventar ciertos conflictos. La renuncia a la guerra no suprime estos
conflictos. Al contrario, los deja más intactos y menos resueltos que nunca. La
ausencia de pasiones, la voluntad pacífica de todos los hombres, resultarían
completamente ineficaces, porque los
conflictos reclamarían solución, y mientras no se inventase otro medio, la
guerra reaparecerá inexorablemente en ese imaginario planeta habitado sólo por
pacifistas.
Pág.
136: Pues bien: un derecho referente a las materias que originan
inevitablemente las guerras no existe. Y no sólo no existe en el sentido de que
no haya logrado todavía «vigencia», esto es, que no se haya consolidado como
norma firme en la «opinión pública», sino que no existe ni siquiera como idea,
como puro teorema, incubado en la mente de algún pensador. Y no habiendo nada
de esto, no habiendo ni en teoría un derecho de los pueblos, ¿se pretende que
desaparezcan las guerras entre ellos? Permítaseme que califique de frívola, de
inmoral, semejante pretensión. Porque es
inmoral pretender que una cosa deseada se realice mágicamente, simplemente
porque la deseamos. Sólo es moral el deseo al que acompaña la severa
voluntad de aprontar los medios de su ejecución.
Entonces,
estamos claros que ante la pregunta Who
would do it?, la respuesta obvia es nosotros, aquellos que nos consideramos
amigos de la dignidad. Pero ante la pregunta How we’ll do it? nos sentimos paralizados. Lo único que tengo que
aportar es que aquellos que tenemos el privilegio de pensar en la indignidad,
que tenemos semilla de conciencia de clase, que tenemos germen de proyecto de
nación, no debemos paralizarnos por el
privilegio que tenemos. Lo esencial ahora no es la autoflagelación del rico
que escucha Silvio Rodríguez para limpiar su conciencia, no es renunciar a los
privilegios que nos permiten ver las injusticias de las cuales directa o
indirectamente nos beneficiamos. Lo esencial es ver la injusticia de que
nuestra capacidad de vivir dignamente sea un privilegio y convengamos que en
lugar de vivir todos pobremente, debemos aspirar a vivir todos
“privilegiadamente”.
Ultimo Caveat: ¿Son nuestras ideas nuestras?
Al
más intrascendente nivel, ya nos encontramos bajo el escrutinio y el influjo de
la opinión pública. En cuestiones de vestir, de comer, enamorarse, el bombardeo
es brutal. Dice Ortega:
Pág.
170: De todo aquello que es un impulso colectivo y empuja la vida histórica
entera en una u otra dirección, no nos damos cuenta nunca, como no nos damos
cuenta del movimiento estelar que lleva nuestro planeta, ni de la faena química
en que se ocupan nuestras células. Cada cual cree vivir por su cuenta, en
virtud de razones que supone personalísimas. Pero el hecho es que bajo esa
superficie de nuestra conciencia actúan las grandes fuerzas anónimas, los
poderosos alisios de la historia, soplos gigantes que nos movilizan a su
capricho.
Ahora
bien, en un mundo demasiado pequeño como este, es imposible hacer cualquier
cosa a nivel nacional sin gozar del privilegio de ser el centro de atención
internacional. Esto, no está ni bien ni mal, pero como decía Ortega:
Pág.
148:.Hace un siglo no importaba que el pueblo de Estados Unidos se permitiese
tener una opinión sobre lo que pasaba en Grecia y que esa opinión estuviese mal
informada. Mientras el Gobierno americano no actuase, esa opinión era
inoperante sobre los destinos de Grecia. El mundo era entonces «mayor», menos
compacto y elástico. La distancia dinámica entre pueblo y pueblo era tan grande
que, al atravesarla, la opinión incongruente perdía su toxicidad. Pero en estos
últimos años los pueblos han entrado en una extrema proximidad dinámica, y la
opinión, por ejemplo, de grandes grupos sociales norteamericanos está
interviniendo de hecho - directamente como tal opinión y no su Gobierno- en la
guerra civil española. Lo propio digo de la opinión inglesa. Nada más lejos de
mi pretensión que todo intento de podar el albedrío a ingleses y americanos
discutiendo su «derecho» a opinar lo que gusten sobre cuanto les plazca. No es
cuestión de «derecho» o de la despreciable fraseología que suele ampararse en
ese título: es una cuestión, simplemente, de buen sentido. Sostengo que la
injerencia de la opinión pública de unos países en la vida de los otros es hoy
un factor impertinente, venenoso y generador de pasiones bélicas, porque esa
opinión no está aún regida por una técnica adecuada al cambio de distancia
entre los pueblos.
Pág.
151: Toda realidad desconocida prepara su venganza. No otro es el origen de las
catástrofes en la historia humana. Por eso será funesto todo intento de
desconocer que un pueblo es, como una persona, aunque de otro modo y por otras
razones, una intimidad -por lo tanto, un sistema de secretos que no puede ser
descubierto, sin más, desde fuera-. No piense el lector en nada vago ni en nada
místico. Tome cualquier función colectiva, por ejemplo, la lengua. Bien notorio
es que resulta prácticamente imposible conocer íntimamente un idioma extranjero
por mucho que se le estudie. ¿Y no será una insensatez creer cosa fácil el
conocimiento de la realidad política de un país extraño?
En
conclusión, nadie sabe lo que está haciendo y se deja llevar de ideología,
prejuicios e impresiones. Hasta que extirpemos de nuestra alma el egoísmo de
creernos que sabemos que es lo mejor, no empezaremos a escuchar a los demás.
Solo el dialogo, la paciencia, la solidaridad y el esfuerzo construyen una
auténtica democracia. Que difícil. Sería mejor vivir en una monarquía donde las
reglas están más claras y todo está hasta cierto punto reglamentado.
Se busca
Se busca quien siembre sin
golosear los frutos, quien camine sin apetecer las sillas, quien sonría sin
buscar las cámaras, quien cante solo por suavizar el ruido, quien se vista, no
con lo que tiene, sino con lo que requiere, quien señale el cielo con los pies
plantados, quien guarde duelo hasta por los malvados, quien entierre hachas y
construya puentes, quien ofrezca el rostro y muestre sus dientes. Se busca un
ser humano, un hombre honrado, cualquiera, siempre que crea en ser austero,
respete lo que vino primero, pero no tema al cambio.
Ser responsable
Velar por el prójimo
Cuidar el planeta
Morigerar su egoísmo
Calmar su orgullo
Tolerar las diferencias
Satisfacerse con menos
Poner su empeño en su trabajo
Fomentar el amor como lo primero
Ser capaz de desmontar
estructuras infuncionales
Enfrentarse a aquellos que deseen
mantener la indignidad ajena y aun así preservar la dignidad de sus
adversarios.
Ser capaz de ceder el mando, y
más aún, querer ser superado.
Se busca
Persona de corazón sencillo
Con alma llena de brillo
Que sea líder, no caudillo
Se busca
Quien destierre la falacia
De hablar sin actuar acorde
Se busca el trueno y la luz
La llama que dejó Jesús
El amor al pobre
Se busca quien ponga a otros
primero
Que tenga un deseo sincero
De poner a otros primero
Y se ajuste
Al viento sin apellidos, a las
coplas que hacen más que ruido, sino que dejan un mensaje. Se busca quienes
monten andamiaje y laboren todos juntos, aunque no se entiendan los lenguajes,
y caven los pozos para que brote agua viva y cierren las puertas al frio y
abran las manos al rio y no tarden en despertar del hastío a los lentos y
tardíos. Se busca gente de valores, sin importar credo ni colores, que trabajen
por lo mismo y fruto del profundo abismo, extraigan la mejor madera.
Se siente, el deseo está presente
de dejar atrás los mitos de los hombres infinitos, de corazones gigantescos,
sus liderazgos son funestos, pues están equivocados. Se busca quien sueñe en
grande y se prepare para el duelo que será plantar al suelo la semilla de sus
obras y preparar su mente y manos, alertar a sus hermanos, de lo que ha de
llegar.
Se busca
Se busca a un niño, a un jinete,
a un remero. Se busca un tesoro, un gigante, un caminante con decoro y talante.
Se buscan las piezas de una persona, una mujer, un cascabel, un cincel y una
lona. Se busca un refugio y una siembra, un sembrador y una hembra, un conuco y
un plantío, se busca el cauce de un rio.
Se busca, así como a la piedra,
al martillo, así como a lo oscuro, al brillo, así como al lujoso, al sencillo,
el sol, flamante y amarillo, con destellos de calor, se busca una idea y un
amor, a la tierra y a la implacable del cielo lluvioso, se busca un sentir
presuroso.
¿Cuál es el que ha de nacer? El
ser humano de estos tiempos, de esta garganta silenciada llamada patria
despatriada. Se busca una generación, joven sin importar la edad, creativa en su
originalidad, furtiva y terrible en su acción, pasiva y sensible en su
reflexión. Capaz de tomar el mando, o a lo menos, fijar el curso, caminando
sobre estanques diáfanos y helados, vislumbrando lo visible e ignorado, lo
escondido a plena vista, el secreto a plenas luces, que faltan cristos para las
cruces.